Presentación de la edición Verde

Ideas, correos, apuntes, críticas, tendencias, habladurías del mundo literario y no tan literario.

POR Andrés Hoyos

Abril 24 2024
Ilustraciones cortesía Instituto Humboldt

Ilustraciones cortesía Instituto Humboldt

Ilustraciones cortesía Instituto Humboldt. 

 

Lo que nuestros lectores tienen ahora en sus manos es la primera edición de El Malpensante Verde. Se trata de la visión del grave problema ambiental que hoy enfrenta la humanidad, muy en particular lo que se conoce como el calentamiento global, conclusión esta que no admite dudas científicas, según entendemos. Ante los retos ambientales contemporáneos, la proliferación corriente de fake news nos enerva. Hemos visto sus desastrosos efectos en la arena política y, en especial a partir de la pandemia, en el ámbito del periodismo científico. Las aristas del medioambiente jamás dejan de ser políticas, claro, y necesitan una divulgación científica juiciosa. 

En este número especial intentamos abordar, de forma cabal, aunque necesariamente incompleta, temas de esencial interés público. Concordamos en estos tres: la intrincada relación entre la desigualdad social y la crisis ambiental; la incertidumbre del futuro ante soluciones que hoy parecen posibles, pero que pueden ser débiles o riesgosas; y, finalmente, los retos de la adaptación global al cambio climático.

Hay que decir que en esta revista no suscribimos versiones dogmáticas, según las cuales el mundo se va a acabar pasado mañana a menos que todo se detenga en seco, pero tampoco somos para nada negacionistas. Nos parece que la humanidad cuenta con salidas virtuosas en estas materias, sin por ello tener que detener el crecimiento y la economía, un lujo que no se puede dar ni siquiera un país como Suiza. El régimen capitalista, por definición, necesita de alguna forma de crecimiento para funcionar, so pena de entrar en una peligrosa espiral de caída libre.

Mucho más prometedora es la evolución tecnológica acelerada. Hay numerosos procedimientos para recoger grandes cantidades de CO2 de la atmósfera, o sea del gas carbónico que ya está ahí calentando el planeta. Existen asimismo maneras de dar saltos en industrias hoy muy dañinas, como la ganadería extensiva, y se ha demostrado que es posible reforestar enérgica y juiciosamente en casi todos los ambientes. También se puede reducir mucho la superficie que se dedica a las diversas explotaciones humanas, permitiendo así que la naturaleza recupere una parte importante de lo que le hemos secuestrado los alegres homo sapiens, sobre todo a lo largo de los últimos dos siglos.

Según el Project Drawdown (www.drawdown.org), una organización internacional de investigación de gran seriedad, las actividades virtuosas incluyen la hidroelectricidad, los reciclajes de todo tipo, en particular de metales y plástico, la reducción del desperdicio de comida, una mayor abundancia de vegetales en las dietas, controles a la fertilidad, las turbinas eólicas –de preferencia terrestres–, las granjas solares, la eliminación progresiva de la leña en la cocina y la promoción del transporte público, para mencionar solo esas categorías. Incluso, si se procede con cuidado, en esta revista somos partidarios de lo que se conoce como la geoingeniería, que es la intervención activa de los seres humanos sobre todo en los procesos que generan el calentamiento global, diga usted, mediante la liberación de partículas que circulen por la estratósfera y devuelvan al espacio una parte de la luz de sol.

En la composición del número hallamos varias sorpresas: el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SNCHI, sobre cuyas exploraciones preparamos un dossier, nos mostró cambios importantes en la producción científica actual. En efecto, vivimos un afortunado momento en el que las voces y tradiciones indígenas tienen una participación cada vez más respetada instruyendo a los biólogos con los que trabajan en conjunto para entender las selvas. Su mirada enriquece, además, la dimensión estética de nuestras percepciones sobre la naturaleza. Y allí está patente la portada de este especial. La terrorífica disposición que alentó otrora a la casa Arana y diezmó a los nonuya del Putumayo hoy se rompe los dientes ante las imágenes creadas por artistas como Fabián Moreno, pintor de esta comunidad y autor de la cubierta, que revitalizan formas amorosas de relacionarnos con lo viviente.

Hay un pero, que nunca falta: si bien alivia el malestar esta forma incluyente del ejercicio científico, en términos de la financiación de la ciencia hoy en Colombia no hemos salido del vetusto Virreinato del Nuevo Reino de Granada. Ya verán en estas páginas, queridos lectores, las juiciosas cuentas con que se comparan las dificultades económicas que sufrió el equipo de científicos liderado por José Celestino Mutis a finales del siglo XVIII con el desaliento de estímulos que impera aún en nuestro país.

Además de sumergirnos por los rumbos citados, al componer este número nos vino como un bálsamo incluir una pieza sobre la red entrecruzada de la vida, oculta bajo el suelo y latente en el misterioso mundo del micelio. Interconectados estamos, no solo con otras especies, sino en nuestros propios cuerpos, más compuestos de un conjunto de bacterias y hongos que de células humanas. En verdad, el misterioso reino de los hongos guarda muchas promesas con qué encarar los retos medioambientales corrientes.

Dadas nuestras vocaciones naturales, interrogamos los mundos de las artes y dimos en este especial con propuestas que abrazan una relación constructiva con lo vivo. Hay edificios verdes, ilustración científica que compromete la estética con el rigor de la descripción científica, bautizos de especies que apelan a la poesía. Y la literatura, partera de la duda, se abre en estas páginas a las plantas invasoras, a los conflictos ante la eutanasia en manos veterinarias y a las voces complejas, diversas y elocuentes del fascinante mundo natural, cuyo cuidado no es solo una responsabilidad, sino un privilegio.

Como nos lo prueba la presente edición (y algunas anteriores), los números especiales han resultado un ejercicio importante de meditación editorial. Aprendida la lección, giraremos en adelante hacia un itinerario que nos permita repetir esta fructífera experiencia. Así, durante 2024 sostendremos otro par de números especiales (de tema diverso), que contarán como ediciones continuas, siendo números dobles. El precio de la revista incrementará cerca de 5 dólares (unos 15 mil pesos), lo que nos permitirá asumir la calidad implícita en este ejercicio.

Cerramos esta breve presentación con un agradecimiento especial al comité editorial ad hoc conformado para ella y a la dedicación de Juan Benavides, Silvia Restrepo, Ebru Gencer y Manuel Rodríguez Becerra durante nuestras álgidas discusiones de los miércoles. Cuánto bien nos hicieron. También queremos agradecer muy en particular a las empresas y organizaciones que creyeron en la utilidad de esta edición: El Instituto SINCHI, Protección, la Fundación Herencia Ambiental Caribe, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el Instituto Humboldt, Kitambo, Drummond y las universidades Ean, Javeriana, Areandina y UNAB, entre otras alianzas. Los lectores las podrán ver en los anuncios que nos acompañan y en las actividades que surgirán de forma paulatina en nuestra web y en nuestras redes sociales, todas muy recomendadas.

Mientras estemos aquí (esperanza mediante), el tema “verde” inspirará nuevos números especiales que nos permitirán seguir explorando sus complejidades.

ACERCA DEL AUTOR


Andrés Hoyos

Escritor, columnista y fundador de la revista El Malpensante. Es autor de Conviene a los felices permanecer en casa, Vera y Los hijos de la fiesta, entre otros libros. A finales de 2022, el sello editorial Seix Barral publicó La tía Lola, su más reciente novela.