Maqrolliana

Aunque cambies la foto de tu pasaporte
y te hagas llamar por un nombre distinto
y vivas en otra ciudad donde nadie pueda
ni escribirte ni reconocerte ni saludarte de lejos
para empezar desde el principio una nueva vida,
ya nada será tuyo.
 
Aunque vayas de anónimo comerciante
vendiendo tu mercancía
pensando que en Toronto o en Bucarest
te espera al abrir una puerta el verdadero amor,
ya nada será tuyo.
 
Aunque lleves paquetes de una empresa
de mensajería por las calles de Lisboa,
forzando las leyes de la fortuna,
bordeando el delito, o leyendo las palmas
de las manos a los transeúntes en Sevilla,
ya nada será tuyo.
 
Aunque trabajes como periodista
para una revista de farándula
entrevistando a las actrices de las películas
o de las series de televisión
con la ilusión de conocer allí,
en sus camarotes, detrás de escena,
entre bastidores, a la mujer que te rompa
definitivamente el corazón,
ya nada será tuyo.
 

Aunque acompañes a Maqroll en sus travesías
por el Xurandó, por los esteros, y pises
los mismos escalones donde lo espera encima de un bar
Flor Estévez o conozcas en Panamá
a Ilona Grawowska y pienses que un pequeño
retazo de su esquiva suerte te puede tocar,
ya nada será tuyo.
 
Aunque te emplees como capataz
de una finca cafetera y vayas todos los meses
por los ranchos cobrando el alquiler,
a la espera de encontrar en la penumbra
de unos techos negros por el carbón de sus estufas
unos ojos de corza herida,
una lengua mentolada que pronuncie tu nombre,
ya nada será tuyo.
 
Así se te fue la vida, así la desperdiciaste
en cada noche, a lo largo de tus mejores años
intentando torcer el hierro del azar
esperando que al fin te llegara la hora,
pero ya ves, ya ves,
ya nunca nada será tuyo.