En la más reciente de nuestras Acciones Malpensantes abrimos un espacio para intentar responder a la compleja pregunta ¿para qué sirve la poesía? o, en el peor de los casos, para llegar a la conclusión de su bella inutilidad. Como era de esperarse, los asistentes e invitados pasamos un buen rato pero no llegamos muy lejos en la búsqueda de la respuesta. Lo más cercano a una salida lo ofreció una anécdota que ilustra el dilatado e irónico mecanismo con que procede la poesía: en 1970 el poeta Jotamario Arbeláez le pidió a Dios en un verso, muy al estilo de Janis Joplin, que le regalara un Mercedes Benz. Treinta y siete años más tarde, el todopoderoso al fin escuchó sus plegarias y Jota consiguió el Mercedes, pero eso sí: modelo 70. En conclusión: la poesía le sirve a quien le sirve para lo que le sirve, a algunos para absolutamente nada.
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Septiembre de 2007
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No. 218Un riguroso estudio criminalístico de un tango que interpretó Gardel y que Edgar Allan Poe habría admirado. [...]
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No. 208Aforismos y fragmentos desbordados de un sarcasmo reconfortante. [...]