© Colin Anderson • Corbis
Cambio y fuera
Hace años, en el curso de un almuerzo, Tomás Eloy Martínez le dijo a un miembro de El Malpensante que un rasgo indeleble de los verdaderos periodistas es que alguna vez los hubieran despedido. El autor de Santa Evita no se refería, por supuesto, a los casos en que alguien es expulsado de una redacción por su incompetencia o su desidia. Lo que intentaba decir es que a veces la independencia crítica, el sentido ético y la vocación de informar lealmente al público resultan incompatibles con las ideas autoritarias de algunos medios, cuya único norte parece ser la adulación del gobierno de turno y el mantenimiento del statu quo. En esas circunstancias, decía Tomás Eloy, el despido, más que una ignominia, es un orgullo: literalmente, una medalla.
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Febrero de 2010
Edición No.105
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No. 210Una broma infantil nocturna adquiere un cariz tenebroso cuando las víctimas acaban de sufrir el chistecito de un secuestro. [...]