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En algunos casos la columnística logra trascender su función como espacio de opinión y alcanza a proyectarse sobre horizontes literarios. Tal es el caso de estas piezas escritas por Pedro Mairal para el diario Perfil, y que hacen parte de un volumen recientemente publicado por Libros del Laurel.
Ilustración de Neil Webb
Cuando calienta el sol
Acá estamos, en bermudas o shorts o bikinis o grandes mallas enterizas que intentan atajar la fofez, lo mofletudo de uno, el excedente, el tejido adiposo, lo liposuccionable que acarreamos con nosotros. Señoras como del Bosco salidas a la luz, oreando por primera vez al sol toda su carne de sombra, blanqueando su viudez amoratada; unas gallegas descendientes del mantón riguroso, del faldón hasta el suelo, del cuello alto y cerrado, de los puños abrochados, ahora ya en pelotas asándose en la arena. Cuerpos como quien lleva un barril, señores médicos con un embarazo de diez meses, encorvados, las patitas de tero, el sombrerito. Mujeres de pechos chupados, estirados hacia abajo, de la mano del responsable de semejante estrago: nenes en bombachita, como minilevantandores de pesas de medio metro de alto, nenas con la espalda negra, haciendo pozos en la orilla. Escribanos saliendo del agua con sus calvas embadurnadas de protector solar y protector lunar. Mujeres despatarradas en la arena, como caídas desde un tercer piso, bocabajo, el corpiño desabrochado; los límites del bronceado y la blancura invernal, urbana, oficinística. Viejos todavía apolíneos requemados, en slip, mostrándose parados con los brazos en jarra mirando el horizonte. Maridos malhumorados bajo la sombrilla, acurrucados, protegiéndose bajo un paraguas del gran chubasco de sol, del resplandor insoportable de la vida. Ingenieros panzones varados en la arena para siempre. Arquitectos flacos costilludos, con tendones a la vista, clavículas funcionales y rótulas. Adolescentes recién estirados con húmeros, fémures y tibias demasiado largos. Mujeres luchando ya en sus cuarenta con cuerpos cansadores que pasaron por el yoga, el tae-bo, el step, el spinning, el pilates. Ninfas paradas inmóviles, esculturales en la orilla, proyectando la sombra movediza de sus personal trainers. Todo el sudor perdido para...
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Maravillosas. Sobre todo, la última.
Maravillosas. Sobre todo, la última.
me encanta esta observación abrumadora y lúcida que hace de estos instantes eternos y ahora --mientras escribo este comentario-- me doy cuenta de que me recuerda las increíbles crónicas de José Martí. un gusto leerlas
Es autor, entre otros libros, de 'Una noche con Sabrina Love'.
Diciembre de 2014
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