Crónica
Venezolanos en Colombia
Las cifras son alarmantes, pero insuficientes para transmitir lo que la inmigración masiva supone para cientos de miles de venezolanos. Estas cuatro crónicas arrojan luz sobre las leyes, las fronteras, las familias, la gastronomía y los acentos de la variopinta diáspora vecina.
El padre y los hermanos de Fabiola Ferrero en una sala de espera del Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar
Ante el panorama actual de Venezuela, ¿por qué insistir en quedarse? Una obstinada periodista relata cómo es vivir con un pie a cada lado de la frontera y con el corazón en la mitad.
Mi padre cumplió hace poco su primer año como residente en Colombia y esta es la cuarta vez que vengo a visitarlo. En Caracas, donde vivió 57 años, solía despertarse a las cuatro de la mañana, vestirse con sus lycras de ciclista y salir antes que el sol. Varias veces, si escuchaba algún disparo a lo lejos, me despertaba temblando desesperada por saber de él. En Colombia sus madrugadas son menos solitarias. La subida a La Calera, en las afueras de Bogotá, se presta para pelotones improvisados de atletas con quienes, de vez en cuando, él se mezcla desde muy temprano. Su hogar no parece depender de la geografía, sino de la capacidad de mantener intactas sus costumbres.
La compañía farmacéutica donde mi padre trabaja cerró sus puertas en Venezuela en 2016 por la crisis económica. Con un 85% de escasez de medicinas, según cifras de la Federación Farmacéutica Venezolana, el país se ha ido quedando con menos empresas, menos farmacias, menos certezas. Cuando le dieron la noticia de que suspenderían operaciones en Venezuela pero que él sería trasladado, se sintió tranquilo. Yo también. Ya no pensaría en él cuando escuchara disparos a lo lejos. Tal vez la nuestra sea una tranquilidad que se aprende con la suma de las despedidas: la de mi hermano, quien se fue hace más de seis años; la de mis primos, quienes ya tienen hijos que hablan con otra cadencia; la de todo mi pasado, que hoy no consigo más por las esquinas caraqueñas que alguna vez nos pertenecieron.
Todos se han ido de Venezuela, solo quedamos un hermano y yo, de vez en cuando. En Caracas transcurren mis días de periodista sin descanso. Algunas veces, mi madre viaja de vuelta desde Bogotá. Otras, yo salgo de Venezuela para burlar la distancia y darle un respiro a mi salud mental. Alterno entre la tensa permanencia y la atmósfera enrarecida de los aeropuertos. Los puentes que me unen a mi familia y a mi país están minados por la no...
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Fotógrafa y periodista, ha publicado en El País, Le Monde y Time.
Septiembre de 2017
Edición No.189
Publicado en la edición
No. 222Poemas de Terrance Hayes. Introducción, selección y traducción de Ezequiel Zaidenwerg. La obra de Terrance Hayes es para muchos una de las más renovadoras de la p [...]