Crónica
Rolando Pérez salió de La Habana buscando un nuevo horizonte en Cartagena y se encontró con una amarga versión de lo mismo. Fue brutalmente asesinado y, diez años después, el crimen impune desnuda la nada silenciosa discriminación contra la comunidad LGBTI.
Álbum de la familia Pérez Pérez
Hay vecinos que dicen haber escuchado a un muchacho sollozar en el apartamento de Rolando Pérez, la noche en que fue asesinado. Cinco heridas de bordes irregulares fueron la causa de su muerte. Una en la parte posterior del cráneo, las otras cuatro en el rostro redondo y áspero por la barba incipiente de un hombre que ese día cumplía 44 años. El arma asesina: un mazo de construcción que usaba para atrancar la puerta de la habitación donde lo encontraron. El cuerpo de Rolando pasó horas yacente sobre la cama empantanada en sus propios líquidos, con una almohada en la cabeza, antes de que abrieran la puerta de su casa en el barrio Torices de Cartagena, al final de la mañana del 24 de febrero de 2007.
“Móviles pasionales tras crimen de profesor universitario cubano”, fue el título de la nota publicada en El Tiempo el 25 de febrero de 2007. Citaban al entonces comandante de la Policía de Bolívar, Carlos Mena Bravo, quien aseguraba a los medios esa misma mañana, y sin mayor investigación, que el “ciudadano llevaba una vida desordenada, era promiscuo y, en su condición de homosexual, tenía varias personas como pareja”. El artículo hacía eco de los muchos rumores alrededor de los móviles del crimen. Las autoridades también explicaron –y en cierta forma justificaron– su muerte mencionando que su orientación sexual lo convertía implícitamente en un hombre promiscuo y desordenado.
Libertina y prejuiciosa, Cartagena es tan severa para meterse en la vida privada y señalar las diferencias de los otros, como permisiva respecto al turismo sexual y al deterioro social que reina en sus calles. Doce años antes de esa mañana de febrero, Rolando había echado raíces en esta tierra caribe quizá sin tener claro que aquí sería visto con los mismos ojos que lo juzgaban en su natal Cuba. Sin embargo, incluso en los momentos más solitarios, cuando entraba en los cuarenta y sin ningún filtro acogía desconocidos en su círculo de intimidad, tenía la convicción de que la vida y la ciudad que había escogido representaban el camino correcto.
Desde su llegada, su carisma le había a...
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Fue finalista del concurso Excelencia Periodística de la Sociedad Interamericana de Prensa en 2017. Es columnista de La Silla Vacía y ha colaborado con medios como Vice y con la cadena Univisión.
Septiembre de 2017
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