La mala suerte

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POR Karim Ganem Maloof

Enero 27 2021

Quienes pensamos que el 2 es un número de mal agüero nos apoyamos en varias razones: las parejas son un tormento, y si dos no se vuelven uno, se separan; los tatuajes deben ser impares o generan complicaciones espirituales; a un terremoto le sigue una réplica; los gemelos son siniestros y les cuestan a sus padres el doble que un hijo único. Con este ejemplar llegamos a una serie de cifras relevantes para los esotéricos: la edición 200, a 2 meses de cumplir 22 años. Estos números, sin embargo, no están nada mal tratándose de una revista literaria.

A pesar de ser fundada como un respiro entre los hechos que agobiaban al país (y la forma de contarlos en las noticias), como un lugar para conversar sobre otros temas que no produjeran tantas muecas de espanto, los sucesos escabrosos encontraron la forma de infiltrarse también en esta revista. La culpa es de la crónica, ese escurridizo ornitorrinco de la prosa, como la llamó Juan Villoro, un híbrido “cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales que puede ser”. Con la crónica, entraron a la revista los secuestros, las desapariciones, los derrumbes, las masacres. Pero también los perfiles conmovedores de personajes famosos, infames o desconocidos; los relatos verídicos e inclasificables, las acuarelas vívidas sobre asuntos aparentemente triviales, y en general nuevas y empáticas formas de narrar. Así, la revista admitió desde sus primeros números una aproximación moderada al periodismo del que huía, y desde entonces se transformó en una casa para los cronistas de los que tanto ha despotricado Martín Caparrós, a la sazón uno de sus más destacados representantes.

Una revista literaria habría cojeado de haberse mantenido al margen del que tal vez es el género en prosa más interesante, fecundo y variado de las últimas décadas en nuestro idioma. Por ello, a dúo con la fnpi y para celebrar nuestra edición 200, hemos decidido publicar una selección de crónicas latinoamericanas de los últimos años, una pequeña antología de los finalistas y ganadores del Premio de Periodismo Gabriel García Márquez en su modalidad de texto. El criterio de selección, como sucede con frecuencia en las revistas literarias, fue primero arbitrario, y en el camino encontró justificación. En primer lugar estuvo el gusto de un equipo editorial, basado en la conmoción que produjera cada texto. En segundo lugar, por pura cautela, el número final de elegidos debía ser impar. Luego de esos tamices, se revelaron las coincidencias entre los textos que escogimos y publicamos en esta edición, y que no describiremos al lector pues no se trata de arruinarle las sorpresas. Eso sí, en todas estas historias es evidente que autores y editores trabajaron en conjunto para lograr que una escritura depurada y la comprensión profunda del tema se dieran la mano. (Cabe destacar la presencia por duplicado de Etiqueta Negra en este especial, esa excelente revista en suspenso cuya reaparición muchos anhelamos.)

El periodismo puede trascender la caducidad diaria y mantener algún tipo de función social. Pero tal vez el compromiso de la crónica sea sencillamente llegar a ser lo mejor posible en tanto literatura, una forma estética de comprender el mundo. En todo caso, lo dejan ver muchos cronistas, en Latinoamérica podríamos estar condenados a contar historias tristes de forma bella.

Por cuestiones de temperamento, en esta revista somos amantes de la narrativa, ocultamente políticos, abiertamente curiosos; por razones geográficas –y quizás por mala suerte– somos latinoamericanos. Ya Darío Jaramillo Agudelo dijo que el territorio de la crónica son las revistas y estamos de acuerdo. En esta edición 200 reafirmamos ser ese espacio.

ACERCA DEL AUTOR


Karim Ganem Maloof

Fue editor en jefe de El Malpensante. Sus textos han aparecido en medios de Colombia, España y Estados Unidos. En 2020 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría de humor por “El cordero crudo de El Vegano Arrepentido”, publicado en esta revista. Tiene una columna mensual en El Espectador, llamada “Calor residual”, dedicada a asuntos del paladar.