Cómo saber si su fiesta está buena

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Enero 27 2021

 

Las fiestas se gradan, como los vientos y terremotos, por niveles:

Nivel uno:

Sus invitados están sentados conversando, comiéndose los pasabocas con calma y tomando sorbos de sus respectivos tragos. Como es fin de año, además admiran la decoración del árbol de Navidad, rezan la novena y cantan villancicos alrededor del piano.

Nivel dos:

Sus invitados están hablando duro, de cuando en vez unos con otros. La comida está desapareciendo en forma rauda y ya hay más botellas vacías que llenas. A algunos les ha dado por redecorar el árbol de Navidad y hay varios sentados encima del piano cantando: “Pero sigo siendo el rey”.

Hay fila para entrar al baño.

Nivel tres:

Sus invitados están conversando con objetos inanimados, rapándole los pocos tragos que quedan al vecino y ya empezaron a comerse el árbol de Navidad y sus decorados. Algunos bailan alrededor del piano, otros encima, al son de “We are the champions”.

Alguien le está dando fuertes totazos a la puerta del baño.

Nivel cuatro:

Sus invitados, con la comida untada en los cuerpos desnudos, dan tumbos y hacen piruetas alrededor del árbol de Navidad incendiado como si participaran en algún ritual satánico. El piano ha desaparecido. En el baño el lavamanos ha sido arrancado de su lugar y el tubo parece un surtidor.

Recomendaciones:

A menos que viva en una casa arrendada o que tenga perros bravos para emergencias, por lo general usted no quiere que las fiestas pasen del nivel tres. La verdadera prueba del éxito de una fiesta, no obstante, es si llega o no llega la policía. Si sí llega, su labor como anfitrión es evitar que arresten a nadie. Si esta lamentable eventualidad es imposible de evitar, su labor consiste es evitar que el arrestado sea usted. En seguida ponemos un ejemplo de la manera exitosa de sortear impasses semejantes.

El policía: “Venimos a causa de la protesta de los vecinos”.

Usted: “¿Protestas? ¿No será sobre las drogas?”.

El policía: “No, señor, no es sobre las drogas”.

Usted: “¿Entonces dicen que estamos armados?”.

El policía: “No, señor, protestan por el ruido”.

Usted: “Ah, entonces no hay problema, dado que nadie está armado y no hay drogas aquí, je je”.

[Suena una explosión detrás de usted. El policía abre los ojos de par en par].

Usted: “Hombre, lo siento, no sabía que habían traído pólvora. Pero le aseguro que la cosa para ahí”.

El policía [con hartas ganas de meterse]: “Me imagino que usted sabe que la pólvora está prohibida en esta ciudad”.

Usted [procurando mantenerse en pie]: “Señor agente, paticaliente...”.

[La llegada de la ambulancia de la clínica de desintoxicación, con sus tres camilleros que irrumpen por la puerta, salva momentáneamente la situación. Por fortuna sólo se llevan a tres amigos].

Ya ve, la cosa mejora por momentos.
 

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