Los cuentos olvidados de los hermanos Grimm

Jacob y Wilhelm Grimm son conocidos principalmente por su colección de cuentos. A doscientos años de la aparición de su famosa antología, un filólogo gringo nos recuerda que Kinder- und Hausmärchen representa para la tradición oral germana algo muy distinto a las versiones edulcoradas de Disney que conocemos hoy en día.

POR Jack Zipes

Enero 27 2021
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Ilustración de Nadezhda Illarionova


 

Alrededor de las celebraciones que tuvieron lugar este año por el bicentenario de la primera edición de los Kinder- und Hausmärchen de los hermanos Grimm, publicados en sendos volúmenes entre 1812 y 1815, hay una gran ironía: descubrir que la mayoría de las personas no conocen los cuentos originales de los Grimm, o ni siquiera mucho sobre sus vidas. Es decir, la mayoría de la gente no tiene idea de que esa primera edición es totalmente diferente a la denominada edición “definitiva” de 1857, ni que los hermanos publicaron siete ediciones entre 1812 y 1857 en las cuales realizaron enormes cambios de contenido y estilo, al tiempo que redefinían lo que entendían por cuento de hadas y folclor. Ni siquiera los expertos en sus cuentos, ni los “estudiosos” de la literatura alemana son conscientes de lo poco que la gente, incluyéndolos, conoce sobre la primera edición, e irónicamente es su ignorancia lo que hace tan emocionante este redescubrimiento. Ciertamente, al mirar de cerca la primera edición queda mucho que aprender sobre la excepcional contribución de los hermanos Grimm al folclor, no solo de Alemania sino de Europa; fue esta edición la que encendió con su chispa los esfuerzos de los pioneros folcloristas a lo ancho de Europa y Gran Bretaña, encaminados a reunir los relatos de la tradición oral y preservarlos para las generaciones futuras.

Para explicar por qué considero que redescubrir la primera edición puede ser revelador además de fascinante, me gustaría compartir una importante información de trasfondo que ubica estas colecciones en su contexto sociohistórico, y arroja una luz sobre sus notables logros. Debemos tener en cuenta que las compilaciones de los hermanos Grimm fueron tan solo una parte menor de su investigación como académicos, y ellos mismos estarían sorprendidos al saber que hoy en día son más famosos por sus cuentos que por su magnífico trabajo filológico.

Jacob y Wilhelm (nacidos en 1785 y 1786 respectivamente) eran apenas unos adolescentes cuando al inicio del siglo XIX comenzaron a recolectar toda clase de cuentos y canciones populares; eran jóvenes y precoces estudiantes de la Universidad de Marburgo. Para 1805, su familia entera se había mudado del pequeño pueblo de Hanau a la cercana ciudad de Kassel, y los dos Grimm padecían problemas monetarios y cierta preocupación por sus hermanos menores. Su padre había muerto hacía algunos años y estaban a punto de perder a su madre. La situación empeoraba por las desenfrenadas Guerras Napoleónicas. Jacob interrumpió sus estudios para formar parte de la Comisión de Guerra de Hesse en 1806. Mientras tanto, Wilhelm aprobó sus exámenes de derecho y se convirtió en funcionario público para luego encontrar trabajo en la Biblioteca Real y ser el destinatario de un exiguo salario. Cuando los franceses ocuparon Kassel en 1807, Jacob perdió su puesto dentro de la Comisión pero consiguió trabajo como bibliotecario del nuevo rey Jerónimo, hermano de Napoleón, quien ahora gobernaba Westfalia. En 1809, en medio de la agitación, la madre de Wilhelm y Jacob murió, dejándolos como responsables de tres hermanos y una hermana. Pese a ello, y a las difíciles circunstancias personales y financieras que enfrentaron entre 1805 y 1812, los Grimm se las arreglaron para publicar artículos y libros sobre literatura medieval, demostrando así ser académicos innovadores en el nuevo campo de la filología alemana.

Lo que fascinó y convenció a los hermanos de concentrarse en la antigua literatura germana fue su creencia en que las más puras y naturales manifestaciones culturales –aquellas que cohesionan una comunidad– se hallan en el pasado y son de carácter lingüístico. Según sus propias palabras, aunque la literatura moderna fuera notablemente rica también era artificial y por ello no lograba expresar la esencia genuina de la cultura volk, que emanaba naturalmente de las experiencias del pueblo y lo mantenía unido. Todos sus esfuerzos se concentraban en desenterrar historias del pasado; por ello en 1808 su amigo el poeta romántico Clemens Brentano les pidió recolectar toda clase de cuentos populares, que él pretendía actualizar y editar para incluir en un libro de cuentos de hadas. En 1810, los Grimm le enviaron 54 textos que afortunadamente copiaron. Digo afortunadamente porque luego Brentano perdió el manuscrito en el Monasterio de Olenberg en Alsacia, por lo cual finalmente no usó sus relatos. Mientras tanto, los Grimm seguían recogiendo cuentos de amigos, conocidos y colegas. Al darse cuenta de que Brentano no pensaba usar su material, y gracias al consejo de un amigo mutuo, el autor romántico Achim von Arnim, los hermanos decidieron publicar su colección en 1812, que para el momento ascendía aproximadamente a 86 relatos, sin contar otros 70 cuentos que publicaron en 1815. Ambas colecciones constituyeron la primera edición de sus cuentos e incluían notas al pie, así como prefacios de carácter académico. Antes de hablar sobre la inusual calidad de los relatos recogidos en ambos volúmenes, quisiera repasar brevemente las idealistas intenciones de los jóvenes Grimm. Esto es, quisiera resumir la postura ideológica que tomaron al publicar sus colecciones.

Aunque mientras trabajaban en la publicación de su primera edición los Grimm todavía no daban forma definitiva a su concepto de folclor, e incluso pese a las diferencias existentes entre Jacob y Wilhelm (quien luego favorecería una edición poética más drástica), en esencia ambos hermanos se aferraban al mismo principio: su trabajo en el Kinder- und Hausmärchen pretendía salvaguardar reliquias del pasado. En términos generales, los Grimm deseaban recoger y preservar toda clase de antigüedades, como si se tratara de gemas sagradas y preciosas, ya fueran cuentos, mitos, canciones, fábulas, leyendas, epopeyas, documentos u otros artefactos, no solo cuentos de hadas; aspiraban a rastrear y aprehender la esencia de la evolución cultural, y a demostrar cómo el lenguaje natural, surgiendo de las necesidades, costumbres y rituales de las personas del común, crea lazos auténticos y contribuye en la creación de comunidades civilizadas. Por estas razones, los hermanos se referían a su colección como a un manual educativo (“erziehungsbuch”), ya que los cuentos evocaban los valores básicos del pueblo germano y de otros grupos europeos, y a través del ejercicio narrativo ilustraban a las personas sobre sus vivencias. Llama la atención que los jóvenes Grimm quisieron legar esos cuentos populares profundamente orales a la gente de Alemania sin imaginarse que entregaban, a su vez, un conjunto de relatos especialmente impactantes a las personas de numerosas naciones; cuentos que ganarían relevancia para todas las culturas. Con el fin de comprender el rol que jugaron estos cuentos en la herencia de los Grimm para la civilización occidental, si no para todo el mundo, tengamos presente lo que afirmaban en el prefacio a su primera edición:

Probablemente es el momento justo para reunir estos relatos, ya que aquellos que se han esforzado en preservarlos se hacen cada vez más difíciles de encontrar (pero quienes los conocen todavía saben bastante, porque las personas podrán morir, pero las historias continúan viviendo)... Donde todavía existen, los cuentos siguen vivos y nadie se preocupa de si son buenos o malos, poéticos o vulgares. Los conocemos y amamos tan solo por haberlos escuchado de cierta manera, y nos gustan sin que reflexionemos en el porqué. Contar estas historias es una costumbre extraordinaria –y esto, también, comparten los cuentos con todo lo inmortal– que a uno debe gustarle sin importar lo que diga nadie.

 

Ilustración de Nadezhda Illarionova


 

Los Grimm buscaban festejar y defender la necesidad del ejercicio narrativo para crear vínculos entre personas que comparten sus experiencias a través de historias. Creían que cada cuento, y sus variaciones, eran únicos y mantenían viva la tradición cultural. Respetaban la diferencia, la diversidad, y al mismo tiempo afirmaban que “el objetivo de nuestra colección no era solo el de servir a la causa de la historia de la poesía. Nuestra intención era que la poesía en su interior fuera efectiva, brindando placer dondequiera que pudiera, y que de esa manera se convirtiera en un manual educativo”.

Pese a que otras colecciones de relatos populares y cuentos de hadas precedieron la de los Grimm, ninguna fue tan diversa o estuvo impulsada por el espíritu colectivo y cooperativo que motivó a los hermanos a acoger todo tipo de relatos provenientes de los principados germanoparlantes. Ya desde 1811, Jacob había redactado un llamamiento, “Aufforderung an die gesamten Freunde deutscher Poesie und Geschichte erlassen” (“Llamado a todos los amigos de la vieja poesía e historia alemanas”), que nunca envió pero que sentó las bases para su posterior y totalmente desarrollada “Circular wegen Aufsammlung der Volkspoesie” (“Circular concerniente a la recolección de poesía popular”), impresa y distribuida entre académicos y amigos en 1815. Vale la pena citar la primera parte de esa carta porque bosqueja los principios e intenciones básicos de los Grimm:

 

¡Muy honorable señor!

Una sociedad acaba de ser fundada y se espera que se extienda por toda Alemania. Su objetivo es salvar y recolectar todas las canciones y relatos que puedan hallarse entre el campesinado [“landvolk”] alemán. Nuestra patria sigue llena de esta riqueza diseminada por el territorio que nuestros ancestros sembraron para nosotros. Esa riqueza sigue viva pese a la burla y escarnio amontonados sobre ella, y aunque ignora su propia y escondida belleza, carga dentro de sí un manantial inagotable. Nuestra literatura, nuestra historia y nuestro lenguaje no pueden ser comprendidos en verdad si no se investiga más a fondo este material. En consecuencia, pretendemos rastrear, con cuanta diligencia sea posible, los siguientes elementos y dejarlos sobre papel con la mayor fidelidad posible:

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• Canciones y estribillos populares.

• Cuentos en prosa que sean de suyo conocidos y contados con frecuencia, en particular los numerosos cuentos de hadas infantiles sobre gigantes, enanos, monstruos, niños de la realeza hechizados y rescatados, demonios, tesoros e instrumentos mágicos, como también las leyendas locales que ayudan a explicar ciertos lugares.

• Anécdotas y relatos humorísticos de argucias, pillos y canallas, así como antiguas obras de marionetas que presenten a Hanswurst y al demonio.

• Festivales populares, costumbres, tradiciones y juegos.

• Supersticiones.

• Proverbios, jergas inusuales, parábolas y juegos de palabras.

Es sumamente importante que estos elementos se recojan de forma fidedigna, sin embellecimientos ni adiciones y, cuando sea posible, de la misma boca de los relatores y en sus propias palabras, de la forma más exacta y detallada. Será doblemente valioso lo que se recoja en los dialectos locales. Por otra parte, no se deben rechazar ni siquiera los fragmentos aislados. De hecho, todas las variaciones, repeticiones y copias del mismo relato pueden ser individualmente importantes... aconsejamos no dejarse desorientar por la engañosa idea de que algo ya ha sido recogido y documentado, descartando así una historia. Muchas de las cosas que aparentan ser modernas tan solo han sido modernizadas y mantienen indemne su origen bajo la superficie. Tan pronto como se adquiere familiaridad con los contenidos de la literatura popular [“volkpoesie”], uno mejora a la hora de evaluar sus aspectos supuestamente simplistas, bajos e incluso repulsivos, de forma más prudente.

La circular, junto con la primera edición de Kinder- und Hausmärchen, inspiró a numerosos folcloristas alemanes, suizos y austríacos a recolectar relatos. Gradualmente, el ejemplo de los Grimm y las ediciones subsiguientes de su obra animaron a folcloristas de toda Europa y Gran Bretaña a recoger y preservar la antigua tradición oral. Si alguna de las ediciones de los Grimm pudo representar de mejor manera los ideales e intenciones que siguieron reiterando hasta 1857, esta fue la primera; en ella no pulieron ni refinaron los relatos de la forma en que lo harían de ahí en adelante. Es más, se pueden oír las voces distintivas de los narradores de quienes recibieron las historias, y en ese sentido los cuentos de la primera edición, algunos escritos en jerga, son más íntegros y auténticamente populares si bien no tan estéticamente agradables como los de las ediciones revisadas. En otras palabras: los Grimm dejaron que los relatos hablaran por sí mismos, de forma llana e incluso torpe, lo que les daba a estos un aspecto de verdad sin adornos y les confería el valor educacional buscado.

Volviendo a los cuentos de la primera edición, lo primero que el lector podría notar es que muchas historias, como “La mano con el cuchillo” (“Die Hand mit dem Messer”), “Herr Arreglalotodo” (“Herr Fix und Fertig”), “De cómo algunos niños jugaron al asesinato” (“Wie Kinder Schlachtens miteinander gespielt haben”), “El gato con botas” (“Der gestiefelte Kater”), “Barba Azul” (“Blaubart”) y “Hans el simplón” (“Hans Dumm”), fueron excluidas en las siguientes ediciones, no por sus cualidades narrativas, sino por no cumplir con algunos de los requisitos de los Grimm, quienes al principio buscaban fundamentalmente publicar cuentos de origen germano. Por ejemplo, “El gato con botas”, “Barba Azul”, “La princesa Pielderatón” (“Prinzessin Mäusehaut”) y “Okerlo” (“Der Okerlo”) fueron considerados demasiado franceses como para ser incluidos. Posteriormente los hermanos notaron lo errado de esta noción, puesto que es imposible saber el origen exacto de un cuento popular. Aunque no es posible saber a cabalidad por qué ciertos cuentos fueron descartados o ubicados dentro de pies de página, sí sabemos que los Grimm prescindieron de “La Muerte y el niño ganso” (“Der Tod und der Gänshirt”) por sus características literarias demasiado barrocas; de “Un peculiar banquete” (“Die wunderliche Gasterei”) por su estrecha semejanza con “La muerte del padrino”; de “La madrastra” (“Die Stiefmutter”) por su crueldad y naturaleza fragmentaria; de “Los animales leales” (“Die treuen Tiere”) por provenir del Siddhi-Kur, una recopilación de cuentos mongoles. Los Grimm continuaron recolectando las variaciones reunidas de fuentes orales o de libros que amigos y colegas les enviaban, al tiempo que hacían mejoras en la primera edición, ya fuera omitiendo algunos cuentos en favor de nuevas versiones, combinando otros, o desplazando relatos a los pies de página.

La segunda cosa que un lector podría notar es que la mayoría de los cuentos de la primera edición son mucho más cortos y desconcertantemente diferentes a sus contrapartes de las colecciones subsiguientes. Aquellos chocaban por su contenido tosco, crudo. Por ejemplo, Rapunzel nos revela que está embarazada del príncipe; es la madre de Blancanieves, y no su madrastra, quien por envidia quiere matar a la hermosa joven; Juan de Hierro no es un hombre salvaje, y su papel al ayudar al niño que lo liberó es diferente, así como el diablo tiene un rol harto inusual en “Der Teufel Grünrock”, reemplazado luego por “Bärenhäuter”.

En tercer lugar, el lector notará de inmediato que todos estos cuentos son directos y no abundan en descripciones, o carecen por completo de ellas. El énfasis está en la acción y en la resolución del conflicto. Los cuentistas no se andan con rodeos; tienden a contar las verdades que saben, y aunque estas involucren magia, superstición, transformaciones milagrosas y brutalidad, creen en ellas. La metáfora cartografía la realidad de los oyentes y exige de ellos que, partiendo de símbolos, aprendan cómo enfrentar sus realidades.

Por último, es importante apuntar que los cuentos de la primera edición fueron recogidos entre gente alfabetizada que los Grimm llegaron a conocer bastante bien. Por ejemplo, los miembros de las familias Wild y Hassenpflug en Kassel, y de la familia Haxthausen en Múnich; Wilhelm conocía a Friederike Mannel, la hija del pastor de un pueblo cercano; Dorothea Viehmann, esposa de un sastre, proporcionó muchos relatos, y en ocasiones los Grimm tomaron sus cuentos de libros, o les fueron enviados a través de cartas. Sin embargo, lo alfabetizado de sus informantes no disminuyó la esencia popular de las historias que, como los Grimm y otros folcloristas descubrirían luego, estaban dispersas por toda Europa y la mayoría de las veces eran relatadas en el argot local. Los cuentos llegaron a sus narradores a través de otros narradores; o, en ocasiones, aquellos leían historias, las digerían y hacían suyas. De hecho, siempre hacemos de los cuentos algo propio antes de mandarlos a volar hacia otros cuentistas con la esperanza de que ellos continuarán diseminando sus historias.

Con frecuencia y en especial durante los últimos cincuenta años, los Grimm han sido criticados por haber cambiado y editado los cuentos de la primera edición a la séptima. Es decir, porque nunca siguieron su propio precepto en cuanto a que la tarea del coleccionista era registrar los cuentos lo más fidedignamente posible. Por ello, muchos críticos condenan las historias de los Grimm como cuentos populares espurios. Pero esto es un argumento ridículo, si no estúpido, puesto que nadie puede registrar y mantener la autenticidad de un relato. Es imposible. Y aun así, como recolectores, cultivadores, editores, traductores y mediadores, debe agradecerse a los Grimm el haberse empeñado en hacer lo imposible, y el haber trabajado colectivamente con numerosas personas y fuentes para mantener vivos la práctica de la narración y los relatos tradicionales. Por ello su poco conocida primera edición merece ser redescubierta, por ser el testimonio de voces olvidadas que en realidad yacen muy dentro de nosotros. De ahí lo irresistible de los cuentos de los hermanos Grimm, que no son en realidad suyos, sino nuestros.

 

 

ACERCA DEL AUTOR


(Estados Unidos, 1937). Especialista en fililigía alemana, materia sobre la cual dictó cursos en la Universidad de Minnesota. Entre sus obras estan "Fairy Tales and the Arte of Subversion" y "The irresistible Fairy Tale: The Cultural and Social History of a Genre.