Dos argentinos cósmicos

La Mano de Dios y Borges transitando insospechadamente  cerca por un sendero común. ¿Llegaron a coincidir estos dos astros memorables y antitéticos?

 

POR Juan Fernando Ramírez Arango

Enero 27 2021

Ilustración de Randy Mora

 

1. Zurda inmortal:

En la última pestaña de un mal día, abrí YouTube. Allí, en el punto de fuga de sus 24 recomendados, al lado de un video de Maradona, había otro protagonizado por Borges. El primero era una rareza, los mejores momentos de la única vez que Maradona jugó para el Tottenham, el 1° de mayo de 1986, en el partido de despedida de su compatriota Ardiles. Una cámara lo siguió todo el partido, limitada al plano americano; plano que, paradójicamente, se inventó para revelar la identidad de los vaqueros, desde la alta copa de sus sombreros de ala ancha, hasta la boca del cañón de sus pistolas enfundadas. Pero que en esa ocasión no mostró la mejor arma de la historia del fútbol, la zurda de Maradona. “Zurda”: sustantivo presente 17 veces en la biografía autorizada de Maradona, Yo soy el Diego. En la número 14, por ejemplo, lo acompaña el adjetivo “inmortal”, al reproducir el noveno verso de la canción que, según Maradona, mejor lo representa, “La mano de Dios”: “En un potrero forjó / una zurda inmortal / con experiencia sedienta  / ambición de llegar”... El segundo video, un documental cuyo objetivo era masificar en Argentina la obra de Borges, titulado por ende Borges para millones, abre y cierra, precisamente, con la antítesis de la inmortalidad: “Tengo miedo de seguir ciego, pero tengo la esperanza de la mortalidad”. Estrenado el 14 de septiembre de 1978, ese documental repasa, prácticamente, la segunda y la quinta de cinco conferencias que dictó Borges en la Universidad de Belgrano, entre el 24 de mayo y el 23 de junio de ese mismo año mundialista. Como quedó consignado en El fútbol a sol y sombra, aquel recuento de los mundiales desde la perspectiva de Eduardo Galeano, era tal el desprecio de Borges por el fútbol que, el mismo día y a la misma hora que Argentina debutó en su Mundial, el 2 de junio de 1978, se desarrolló la segunda de esas cinco conferencias, cuyo tema era la inmortalidad. Mientras Borges exponía que dicho concepto ocupa un lugar menor en la historia de la filosofía, muy por detrás de otros como el tiempo, el conocimiento o la realidad del mundo externo, Argentina vencía 2-1 a Hungría1. Además de Cruyff, el gran ausente de ese Mundial fue Maradona. Para el puesto de 10, de armador, cinco días antes de la primera conferencia de Borges en la Universidad de Belgrano, Menotti había descartado a Bochini y a Maradona de la lista definitiva de 22 convocados: “Estaba afilado, estaba como nunca, como nunca estuve. Pero bueno, son cosas que pasan, qué sé yo. Lloré mucho, lloré tanto que... Ese día, el más triste de mi carrera, juré que iría por la revancha. Fue la desilusión más grande de mi vida, lo que me marcó para siempre, lo que me definió”. Curiosamente, Maradona había debutado en la Selección argentina enfrentando a Hungría, en un amistoso disputado en La Bombonera el 27 de febrero de 1977, con tan solo 16 años, convirtiéndose en el futbolista más joven en vestir la camiseta de un seleccionado absoluto. Al respecto, la revista Goles tituló: “El pibe que adelanta el futuro”. Adelantar el futuro: oxímoron cuyo sentido va en contra del verso de Boileau en torno al cual gira la quinta conferencia de Borges en la Universidad de Belgrano, esto es: “El tiempo pasa en el momento en que algo ya está lejos de mí”. Y es que apenas habían pasado cuatro meses y una semana, once partidos, dos goles, desde el debut de Maradona en Primera División. Como una metáfora del número que lo identificaría para siempre, número equivalente a su apellido, Mara10na debutó un 20 de octubre de 1976, 10 días antes de cumplir 16 años, siendo el debutante más joven de la historia del fútbol argentino. Entró al promediar el segundo tiempo, vistiendo la 162. “El más Junior de los argentinos”, tituló la revista Goles. Argentinos Juniors perdió contra Talleres3, 0-1, pero lo más recordado del partido fue el caño de Maradona a Juan Domingo Cabrera, en la primera pelota que tocó en Primera División. Por los 25 años de aquel debut, la portada de El Gráfico fue la foto de ese caño, tomada por un fotógrafo de apellido premonitorio, Esperanza, y con el nombre de pila Humberto. La foto estuvo perdida ese cuarto de siglo, hasta que, en octubre de 2001, el periodista Diego Borinsky la encontró en el archivo que dicha revista le reservaba a Cabrera, guardada en un sobre rosa. Al encontrarla, Borinsky gritó lo siguiente a manera de eureka:

–Miren esto, ¡la puta que lo parió!­

2. Robinzonizarse

Un mes y medio después, el 3 de diciembre de 2001, en un evento dirigido por el estudio Beaussant Lefèvre, se subastó un manuscrito inédito de Borges, titulado “La biblioteca de Robinson”. Una rareza escrita entre 1930 y 1935, en la etapa previa a la ceguera –el 75% de la obra de Borges fue dictada a un amanuense: a su madre y, los últimos once años de su vida, al escritor Roberto Alifano–. Tres páginas cuajadas de tachaduras y correcciones que, como una Piedra de Rosetta, revelarían la mecánica creativa del autor, y que fueron un capítulo más del neologismo que Borges inventó entre 1919 y 1920, durante su estancia en Mallorca, esto es, “robinsonizarse”. Neologismo que esa vez tomó forma de pregunta: ¿qué trío de libros llevaría a una isla desierta? Interrogante aparentemente banal si no se tiene en cuenta su trasfondo: ¿qué trío de libros fundaría mi mundo, en ese caso, Borgeslandia? Borges respondió generalizando: “Nada de libros que traten sobre la pasión, las relaciones humanas, que no harían más que crear desesperanza. Sobre todo, nada de libros que impliquen una relación entre personas, sino solo libros que impliquen una relación entre el hombre y Dios, entre el hombre y los números, entre el hombre y el Universo”. En un cuaderno inédito, que guarda su ex esposa Claudia Villafañe, Maradona, camino a ser d10s, consignó su primera relación con los números y, a través de estos, con la mundología futbolística. Allí anotó las estadísticas de su etapa infantil en Argentinos Juniors, un lapso que incluye 136 partidos de invicto: “Si me contaran los goles que hice ahí, tengo más que Pelé”. Racha récord que, aun antes de alcanzar su tope, llamó la atención de El Gráfico. En una nota titulada “Estos pibes la rompen”, del 23 de septiembre de 1973, con el siguiente pie de foto en una imagen de Maradona: “A los doce años, ya las sabe todas”, se recogen sus primeras declaraciones a un medio impreso: “Tengo doce años. Estoy en séptimo. Soy correntino, pero vivo en Fiorito desde los nueve. Mis compañeros también juegan bien...”. Curiosamente, ese artículo, y los dos mencionados arriba, de la revista Goles, fueron escritos por la misma pluma, Horacio del Prado. Se dieron tantas casualidades para que le asignaran esa trilogía, que se podría escribir una novela policíaca a partir de ellas. Otro Horacio, esta vez apellidado Pagani, hoy celebre por defender a capa y espada en TyC Sports la concepción futbolística de Dante Panzeri, el fútbol como dinámica de lo impensado, escribió la nota más rememorada de cuantas le han hecho a Maradona. Titulada “Un sueño de barrilete”, fue publicada en Clarín el 17 de noviembre de 1976, cuando el 10 contaba 16 años y 17 días, cinco partidos como profesional, uno solo de inicialista, contra Newell’s. La introducción de la misma, de influencia borgiana, empieza así: “Esta nota es una ilusión. Y como es una ilusión estará sometida a todos los riesgos. Porque podrá confundirse la realidad con la ficción, estará latente el peligro de la exageración. Será juzgada de apresurada y hasta atentatoria contra las futuras posibilidades del protagonista. Pero el fútbol argentino, este fútbol anémico de cada domingo, está necesitado de ilusiones. Hay que soñar para retomar la fe”. Al final de la nota, acaso para dar un indicio de sus futuras posibilidades, Maradona confiesa una estadística personal, una isla desierta en el fútbol:

–¿Cómo anduviste en Mar del Plata?

–Creo que bien. Hice dos goles y metí un caño.

–¿Cómo? ¿Contás los caños?

–En la Primera sí, porque llevo pocos partidos. El primero, por ejemplo, se lo metí a Cabrera, de Talleres, en el debut...

 


1. Borges había anunciado que abandonaría Buenos Aires antes de que empezara el Mundial del 78, pero no lo hizo. En el recinto de la Universidad de Belgrano donde dictaba su conferencia, a tan solo tres kilómetros de distancia del Estadio Monumental, seguramente se oyó el primer grito de gol de los asistentes a aquel partido. A los 15 minutos, después de un remate de zurda de Luque.

2. El 17 de septiembre de 1989, por la quinta fecha de la Serie A 89-90, Maradona volvió a usar la 16. Como venía de una lesión, fue suplente. Por eso no usó la mítica 10; porque, por reglamento, los titulares debían llevar las camisetas del 1 al 11. Entró en el minuto 47, cuando Nápoles perdía 0-2 contra Fiorentina, con golazos de Roberto Baggio. El partido, sin embargo, finalizaría 3-2.

3. Casualmente, cuando pasó de Argentinos Juniors a Boca Juniors, Maradona también debutó contra Talleres y, como ocurriera con su primer partido en la Selección argentina, la sede fue La Bombonera. Aquel 22 de febrero de 1981, Boca ganó 4-1 con dos goles de penalti de Maradona. En ese mismo partido también debutó como narrador en Argentina, en Radio El Mundo, el legendario periodista uruguayo Víctor Hugo Morales: “Ese día lo recuerdo más como un día mío que de Maradona. Vino el periodismo uruguayo a cubrir mi primer relato en la Argentina, me hicieron notas y estuvieron cerca de mí todo el tiempo. Para mí fue un día muy especial” (en Leando Zanoni, Vivir en los medios: Maradona off the record, Editorial Marea).

3. Barrilete cósmico

Diez años después, a escasos días de levantar la Copa Mundial de México 86, de vuelta en Argentina, Clarín le entregó a Maradona, de manos de Pagani, una copia gigante de “Un sueño de barrilete”, en marco dorado. Pagani, de paso, le recordó a Maradona lo tímido que era, tanto, que no quería posar para la foto de aquella nota legendaria. A la postre, Maradona lo hizo en su papel de malabarista, haciendo equilibrio sobre la pelota: “El malabarista que quiere ser jugador. El futuro será testigo”, decía el pie de foto. Como relató Kusturica en su documental Maradona by Kusturica, la primera vez que Maradona hizo equilibrio fue al nacer, para desligarse del símil hecho por Borges respecto a los argentinos: “Borges escribió que los argentinos le recuerdan a los barcos atracados en los muelles. Sin embargo, no había considerado a Diego Armando Maradona. El Diego solo estuvo atracado a su madre hasta el nacimiento. Luego se convirtió en un barco desprovisto de amarras”. Así, gracias a esa navegabilidad universal, el día más feliz de la vida de Kusturica fue cuando Maradona tuvo el destino del mundo en su zurda: “Fue un milagro que la Tierra no se saliera de su eje cuando más de mil millones de personas saltaron al unísono, cuando celebramos el segundo gol de Maradona contra Inglaterra en el Mundial de México 86. La Tierra continuó girando inalterada alrededor del Sol, lisa y llanamente, porque era un salto por la justicia”. Y es que ese partido del 22 de junio de 1986, por los cuartos de final del Mundial, fue promocionado como la revancha por la guerra de las Malvinas, que ganó Inglaterra con una ventaja de 394 muertos, 255 contra 649. El 26 de agosto de 1982, dos días después de cumplir 83 años, en el suplemento Cultura y Nación de Clarín, Borges publicó su versión de esa guerra en un poema titulado “Juan López y John Ward”. Allí, como en un mal final de un spaghetti western, el soldado López asesina al soldado Ward y viceversa, y luego los entierran en la misma tumba sin nombre. La mayor hazaña del soldado Ward como civil fue haber aprendido español para leer el Quijote. Paradójicamente, en su Autobiografía, publicada en septiembre de 1970 por el New Yorker, Borges confiesa que el Quijote en versión original le pareció una mala traducción de la versión inglesa que, editada por Garnier, leyó en su infancia. Borges, por supuesto, era un anglófilo indulgente que lo único que no le perdonaba a Inglaterra era el fútbol: “Yo creo que el haber impuesto el fútbol en el mundo es el peor crimen, el mayor crimen cometido por Inglaterra”. En Argentina, efectivamente, lo introdujeron inmigrantes ingleses, trabajadores del ferrocarril, al promediar el siglo XIX. “Lindo viaje había hecho el fútbol: había sido organizado en los colegios y universidades ingleses, y en América del Sur alegraba la vida de gente que nunca había pisado una escuela”, apuntó Eduardo Galeano en El fútbol a sol y sombra. Así surgió el estilo argentino, en los potreros de los suburbios de Buenos Aires, mientras, al mismo tiempo, se establecía una nueva forma de bailar en sus patios milongueros. De esa simultaneidad, nació el toque, el pase corto. Maradona recibió un pase corto de Enrique y convirtió el mejor gol de la historia de los mundiales, en sus palabras, “lo mejor de mi vida”: recorrió 53 metros, en 10,6 segundos, en 44 pasos, en 12 toques de zurda a la pelota, a los 11 minutos del segundo tiempo, ante 114.580 espectadores en el Estadio Azteca, a 30 grados de temperatura ambiente, cuando la velocidad del viento marcaba 12 kilómetros por hora. Eran las 13 horas con 12 minutos y 20 segundos, tres horas más en Buenos Aires, seis más en Londres, cuando Maradona recibió el pase de Enrique y, con una valla publicitaria de Coca-Cola y otra de Fuji Film de fondo, se dispuso a gambetear a Beardsley, Reid, Butcher, Fenwick, Butcher otra vez y, finalmente, al portero Peter Shilton. A todos los recuerda Wikipedia en español como “uno de los jugadores a los que Diego Armando Maradona eludió en el llamado Gol del Siglo en México 86”. Y tras esa hazaña mayor, vino el mejor grito de gol de todos los tiempos, en la garganta de Víctor Hugo Morales. Al volverlo a escuchar, 25 años después de emitido, Maradona exclamó: “Cómo se pueden hilvanar tantas palabras lindas en tan pocos segundos que dura un gol”: “Gooooool... Gooooool... ¡Quiero llorar! ¡Dios santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme... Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... Barrilete cósmico... ”. Curiosamente, en la segunda de cinco conferencias que Borges dictó en la Universidad de Belgrano, aquella que coincidió con el debut de Argentina como el equipo local del Mundial, el 2 de junio de 1978, Jorge Luis concluyó: “Creo en la inmortalidad, no en la inmortalidad personal, pero sí en la cósmica”. Maradona, navegando en contra de esa conclusión, en menos de una década, pasó de ser un sueño de barrilete a la inmortalidad personal del Barrilete Cósmico. Ocho días antes, el 14 de junio de 1986, exactamente cuatro años después del fin de la guerra de las Malvinas, moría Borges en suelo neutral, en Ginebra, Suiza. La noticia se conoció al día siguiente en Argentina, en el intermedio del partido por los octavos de final entre México y Bulgaria. El presentador de turno de la televisión pública la anunció así: “Murió Borges, el Maradona de los versos”.

Posdata: ¿Sabía Borges quién era Maradona? Según un artículo publicado en la edición de junio de 2016 de El Gráfico, titulado “Borges y la pelota”, no: “En sus últimas entrevistas, fastidado tal vez por la consulta recurrente por su condición de argentino, dejó entrever que no sabía quién era Maradona”. Pero en El humor de Borges, un anecdotario escrito por Roberto Alifano, último amanuense de Borges, se consigna la siguiente anécdota: “Después de almorzar en un restaurante de la avenida Corrientes, quiso ir a pie hasta su casa, ya que el médico le sugería caminar al menos veinte cuadras por día. A poco de nuestro andar unos hinchas de fútbol que regresaban de la cancha lo reconocieron y le gritaron desde un camión: ‘¡Borges, sos más grande que Maradona!’. ‘Bueno, eso estaría bien si lo gritaran en Estocolmo –me comenta Borges–. Tal vez podría influir en los académicos suecos’ ”.

ACERCA DEL AUTOR


Economista arrepentido de la Universidad Nacional y desertor de letras en la de Antioquia. Escritor y paseador semiprofesional de perros en los barrios Florida Nueva y Laureles de Medellín. Finalista del Premio Nacional de Cuento La Cueva y ganador, entre otros, del Premio Nacional de Cuento de la Universidad Externado.