Fotografía
Henrry Kissinger fotografiado por Ricgard Avedon en Washington D.C., 1976. © The State of Richard Avedon
Alguna vez fui a Washington por lo que suelen llamar una “oportunidad fotográfica” con Henry Kissinger. Cuando lo llevaba hacia la cámara, dijo algo inquietante: “Sea amable conmigo”. Desearía haber tenido tiempo para preguntarle con exactitud lo que quiso decir, aunque probablemente estaba claro. En ese momento, Kissinger lo sabía todo sobre manipulaciones, así que ver su preocupación por la manera en que yo podría manipularlo me dio bastante qué pensar. ¿A qué se refería? ¿Qué significa realmente “ser amable” en una fotografía? ¿Buscaba Kissinger verse más sabio, más cálido, más sincero de lo que sospechaba ser? ¿Acaso los retratos fotográficos implican una responsabilidad diferente con el retratado que aquellos en pintura o en prosa? ¿Será quizás trivializar y degradar a alguien el hecho de hacerlo lucir sabio, noble (fácil de lograr), o inclusive convencionalmente bello, cuando la propia persona es mucho más complicada, contradictoria y, por ende, fascinante? ¿Esperaba Kissinger que la foto revelara una apariencia perfecta? ¿O es posible que deseara –como lo hubiera deseado yo también si fuese retratado– que “ser amable” tuviera que ver con permitir que cosas más complejas sobre mí fueran expuestas: mi rabia, ineptitud, fortaleza, vanidad, mi aislamiento? Si todos los anteriores son aspectos del carácter, ¿no sería un acto descortés de mi parte en tanto artista considerar a Kissinger como una simple efigie? ¿Tiene que ver una apariencia perfecta con la integridad artística de un retrato?
El contenido de esta sección está disponible solo para suscriptores
Fue uno de los más notables fotógrafos del siglo XX.
Noviembre de 2008
Edición No.92
Publicado en la edición
No. 205Originalmente aparecido en la revista Eco, en 1974, este es el único relato sobre vallenato que se conoce del autor sabanero, fallecido el año pasado. Una pequeña historia de susp [...]