Ilustración de Cinthya Espitia.
Las calles de este barrio son frescas y solitarias, limpias como pocas, y casi todas las noches hay peleas entre vecinos.
Anoche mismo, sin ir más lejos, una mujer levantó a otra a patadas (“levantar”, en este caso, no significa que ayudó a incorporarse a su contrincante; quiere decir, en nuestro lenguaje coloquial, algo muy distinto: una serie de incesantes golpes que hundieron cada vez más a una de lasvecinas en el suelo). Lo vi todo desde mi balcón del cuarto piso. En ese momento, asustado por la idea de ver sangre, pegué un grito: “¡Cuidado con los perritos!”, pues la pelea tenía algo que ver con unos perros que cada quien había sacado a pasear. Al parecer una de las mujeres azuzó a su rottweiler contra el pinscher de la otra por hacerse popó en el antejardín de su casa.
Últimamente he empezado a prestarle mucha atención a las cosas. A veces pienso que deberían reconocerme esa habilidad especial; a veces, también, que cualquier reconocimiento acabaría con ella. Si anoche no hubo un cadáver en la cuadra fue gracias a mi rápida intervención. “¡Los perritos, los perritos!”, volví a gritar, y segundos después las dos mujeres se ocupaban de no dejar escapar a sus perros.
Cuando un vecino quiso buscar de dónde había salido el grito, yo ya había dado dos zancadas largas hacia el interior del apartamento.
Enseguida me puse a observar, con cuidado, los espacios y rincones del lugar. Todo lo que vi me gustó: la disposición de los objetos, el tono de las paredes, el polvo escaso, la decoración austera. Entre las brumas del orden, sin embargo, intuí que no había suficientes razones para estar tranquilo. En cualquier momento alguien saldría a buscar al sapohijueputa que hizo acabar la pelea. En este barrio debe morir alguien de vez en cuando, y de seguro muchos creyeron, quizá con la esperanza de salvar el propio pellejo, que una de las vecinas debía ser la sacrificada.
Ahora yo tenía que esconderme o huir; huir como un perro. Los perros de este barrio se sueltan de las cadenas, van en busca de las montañas o bajan por las lomas y se adentran en una zona muy verde. Allí, entre la arena y los insectos, se dejan ser. Se reproducen. Pelean. Comen plant...
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Es autor del libro de relatos "Por eso yo me quedo en mi casa" (Destiempo Libros, 2018), y hace parte de la antología de poesía "Nuevo sentimentario" (Luna Libros, 2019).
Noviembre 2019
Edición No.213
Publicado en la edición
No. 216. [...]