Ernesto Cardenal. Poeta, sacerdote y revolucionario.

Un recorrido, a modo de elegía, por los hitos vitales y obras del factótum nicarau?ense que hace poco colgó la sotana definitivamente.

POR Eduardo Garrido

Enero 27 2021

Ernesto Cardenal, durante un recital en Santiago, Chile.

 

Arrodillado frente a Juan Pablo II, quien le amonesta en el aeropuerto de Managua, Ernesto Cardenal, ministro de Cultura del gobierno sandinista, con la boina negra reposando sobre una de sus rodillas, acepta la reprimenda, con una media sonrisa, ante la atenta mirada de Daniel Ortega. “Usted debe regularizar su situación”, fueron las palabras que pronunció el pontífice el 4 de marzo de 1983, durante su primera visita a Nicaragua.

Tiempo después, el poeta escribía en su autobiografía: “Como no contesté nada, volvió a repetir la brusca admonición. Mientras, enfocaban todas las cámaras del mundo”. Sin duda, esta es la imagen que a todos se nos viene a la mente al recordar al sacerdote sandinista que falleció el pasado 1º de marzo, a la edad de 95 años.

Como uno de los más reconocidos exponentes de la teología de la liberación, el autor de El evangelio de Solentiname fue una figura destacada en el enfrentamiento entre el movimiento y Wojtyla, quien prohibió a los sacerdotes ejercer responsabilidades políticas de gobierno.

Meses después, el papa polaco ordenó la suspensión de Cardenal, lo que le impidió el ejercicio del sacerdocio durante casi 35 años, hasta que el papa Francisco, en febrero de 2019, levantó la sanción. La noticia le llegó mientras se recuperaba en un hospital de Managua y la recibió con la tranquilidad de haberse mantenido fiel a sus principios. Valores que le acompañaron a lo largo de toda su vida y que le condujeron a abandonar los privilegios de su adinerada cuna por la vocación sacerdotal, y el compromiso revolucionario y su radicalidad en la poesía.

 

Literatura y sacerdocio

Ernesto Cardenal nació el 20 de enero de 1925 en la localidad nicaragüense de Granada. Su familia, una de las más respetables y acomodadas del país, había elegido para él los estudios de derecho. No obstante, ante la evidente inclinación literaria del joven, su padre accedió a que estudiara literatura en México y Estados Unidos.

Pero su verdadera vocación, el motor último de su trayectoria vital, fue el Evangelio. Bajo su impulso vertebró las tres líneas que marcaron su camino: la lucha por la liberación de su país, la fundación de la comunidad de Solentiname y la poesía como arma revolucionaria. En 1957 fue aceptado en el monasterio trapense de Getsemaní, en Kentucky. Un acontecimiento que vivió con enorme alegría y que le transmitió una paz y un sosiego que ya no lo abandonaron nunca.

Allí conoció al escritor, místico y poeta Thomas Merton, a quien habían nombrado maestro de novicios un año antes de la llegada de Cardenal. Este hecho impactó sobremanera en el ánimo del joven neófito. Profundo admirador de Merton, Ernesto había estudiado toda su obra y traducido buena parte de ella. Tenerlo como maestro durante su noviciado lo atribuía, sin ninguna duda, a una intervención especial de Dios para con él. El tiempo que estuvo en Getsemaní le abrió la puerta al cristianismo comprometido política y socialmente.

Ese compromiso inspiró la comunidad de Nuestra Señora de Solentiname, en el archipiélago nicaragüense homónimo, fundada por Cardenal en 1966, un año después de haber sido ordenado sacerdote. Lugar utópico, casi un paraíso sobre la Tierra, la comunidad cristiana y artística de Solentiname pronto se convirtió en punto de encuentro para los guerrilleros del Frente Sandinista que luchaban contra los Somoza. Según sus palabras: “Es una verdadera comunidad. Los campesinos son artistas... Son felices, todos trabajan para todos bajo el más puro y auténtico espíritu del comunismo”. Frente a la guerrilla, Cardenal sostenía que estaba de acuerdo con sus objetivos, pero no con sus métodos. Sin embargo, ante la dictadura de Somoza hizo declaraciones en el sentido de que la única vía era la lucha armada.

Su labor como escritor fue continua. En su poema épico La hora 0 habla de los dictadores de Centroamérica, de las empresas fruteras estadounidenses en la región, del alzamiento de Augusto Sandino en los años treinta y su asesinato por Somoza, y por último se refiere a la Rebelión del 4 de abril de 1954, en Nicaragua.

Después del triunfo de la Revolución en julio de 1979, Cardenal trató de llevar el modelo aplicado en Solentiname a nivel nacional. En 1983 expresaba su satisfacción por haber conseguido que el pueblo, indios, campesinos, soldados, obreros, empleadas domésticas, escribiera poesía. Ocurría el mismo año que Juan Pablo ii prohibió a los sacerdotes nicaragüenses tener responsabilidad de gobierno. Ernesto Cardenal era ministro de Cultura y su hermano Fernando, sacerdote jesuita, ministro de Educación. Ambos desobedecieron la orden papal y continuaron al frente de sus respectivas carteras ministeriales.

Místico y símbolo de la rebeldía, sus convicciones le llevaron a manifestar una fe inquebrantable en Cristo. Por lo tanto, si el Vaticano se apartaba del cristianismo, tal y como él lo entendía, no dudaba en seguir a Cristo, aunque eso supusiera distanciarse del Vaticano. En 1979, en una entrevista para El País respondía: “Entiendo que el cristianismo es revolución, es liberación de la humanidad de toda opresión, y que un servidor de Cristo tiene que ser revolucionario con el mismo radicalismo con que lo fue él”.

 

Estilo definido

Su paso por el monasterio de Getsemaní influyó en su inconfundible manera de abordar la escritura. Su estilo, claro, meticuloso y directo, tiene mucho que ver con la rutina de trabajos manuales sencillos y humildes que desarrollaba en la comunidad trapense. Su obsesión como escritor era llegar al pueblo de manera directa, con un lenguaje comprensible, alejándose de lo que él denominaba la poesía de la élite. En 1965, durante su estancia en el seminario, un profesor de teología les da la noticia de la muerte de Marilyn Monroe. Cardenal escribe uno de sus más conocidos poemas, “Oración por Marilyn Monroe”:

 

Señor

recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,

aunque ese no era su verdadero nombre

(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años

y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)

y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje

sin su Agente de Prensa

sin fotógrafos y sin firmar autógrafos

sola como un astronauta frente a la noche espacial. […]

Ella tenía hambre de amor y le dimos tranquilizantes. […]

La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.

Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.

Fue

como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga

y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER.

O como alguien que herido por los gánsteres

alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:

quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar

y no llamó (y tal vez no era nadie

o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)

¡contesta Tú al teléfono!

 

Su obra incluye numerosos ensayos sobre teología, política, poesía y varios tomos de memorias. Cántico cósmico, un poema de más de 600 páginas, es, junto con Cantos de vida y esperanza, del también nicaragüense Rubén Darío, una de las obras poéticas más relevantes de América Latina.

Continuó al frente del Ministerio de Cultura hasta 1987. Corrupción, autoritarismo y discrepancia ideológica distanciaron a Cardenal del Frente Sandinista. Para el sacerdote, Daniel Ortega había convertido su país en una nueva dictadura tras la Revolución.

El enfrentamiento entre ambos se prolongó y la persecución política que Cardenal denunciaba recrudeció cuando Ortega llegó a la Presidencia de Nicaragua en 2007. A pesar de su avanzada edad y del acoso judicial al que fue sometido, su voz se escuchó durante las protestas de abril de 2018 en las que se acusaba al gobierno de Ortega por crímenes de lesa humanidad.

Recurrente candidato al Premio Nobel de Literatura, recibió innumerables galardones literarios e incluso la Legión de Honor de la República Francesa. En el año 2012, en el discurso de agradecimiento que pronunció al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, se refirió a sí mismo con las siguientes palabras: “Mi poesía tiene un compromiso social y político, mejor dicho, revolucionario. He sido poeta, sacerdote y revolucionario”. 

En su viaje hacia las estrellas, aparecieron turbas violentas espoleadas desde el poder para interrumpir el funeral y turbar su descanso. Ignorantes, no sabían que no podrían alcanzar a quien había partido en su barquita –con la que pescaba en Solentiname y que había llamado San Juan de la Cruz– sereno y en paz.

 

 

ACERCA DEL AUTOR


Eduardo Garrido

Ha sido durante más de veinte años director y responsable de innumerables proyectos en las más reconocidas editoriales de España: Anthropos, RBA, Círculo de Lectores, Salvat y Paidós, entre otras.