Interiores

Desde fábulas medievales hasta relatos circenses y series de terror, la presencia de las personas de talla baja en la literatura, la pintura y el cine ha sido reducida a lo extraño o lo monstruoso. Un fotógrafo invierte el orden para que sea alguien con esta figura quien sueñe, quien trastoque las proporciones de la realidad y quien apuntale con ironía su versión de lo sobrenatural y lo fantástico.

POR Santiago Forero

Marzo 14 2023
.

.

 

El cine con el que crecí, el de los años ochenta, solía representar las escenas fantásticas o sobrenaturales con dos elementos: humo y luz. Ambos solían trenzarse en los momentos de suspenso para darles un efecto de misterio; el humo como la cortina que oculta y confunde, y la luz como un camino, un atisbo de respuesta en medio de la confusión. Fue con esa atmósfera en mente que emprendí un proyecto en el que el humo y la luz estuvieran presentes no solo como elementos visibles en mis fotografías, sino como símbolos de espacios liminales entre fantasía y realidad, sueño y vigilia, y grandes y pequeñas proporciones.

 

.

 

Así nació Interiores. La idea surgió cuando viajé a Estados Unidos, hace un año. Estaba trabajando como profesor visitante en una universidad y me había quedado a vivir en una prototípica casa gringa de los años cuarenta o cincuenta. De esas que también aparecen con frecuencia en la filmografía ochentera. Siempre que voy a un lugar nuevo pienso en hacer un proyecto, y comencé a pensar en imágenes o en escenas que pudieran conformar una serie.

Tenía, entonces, el deseo de jugar con la luz y el humo, pero al tiempo quería crear una nota disonante en esos espacios nostálgicos de los años ochenta. Lo quise hacer con mi propia figura. De hecho, la mayoría de mis proyectos tienen que ver con el autorretrato y con la autorrepresentación. Siempre me ha interesado cuestionar el uso de mi figura en diferentes medios. Cuando comencé a hacer fotografía de autorretrato, me propuse reflexionar sobre cómo la presencia del hombre o la mujer de estatura corta ha sido usada y abusada en diferentes tipos de representación. Desde la historia de la pintura hasta en géneros como la fantasía y las fábulas, suele haber una especie de pacto tácito con el espectador cuando aparece un personaje con mis mismas características físicas en una escena fantástica u onírica: el cameo estará relacionado con lo ridículo, con el humor, con lo monstruoso. Lo extraño, lo otro. Incluso lo secundario. Con contadas excepciones, como el personaje de Tyrion Lannister en la serie Game of Thrones, esta es la mirada que persiste en la cultura popular.

Acá quise darle un giro de tuerca al estereotipo: si mi figura siempre se ha usado para representar el sueño de alguien, la fantasía de alguien, ¿cómo serían los sueños de ese ser representado? Ya no ser el personaje con el que se sueña, sino el personaje que sueña. Especular, finalmente, sobre mis propios sueños. Ser el protagonista principal de los mismos.

Con todo esto comencé a plantear estas puestas en escena de un personaje que vive en una casa muy particular, que está haciendo actividades domésticas muy triviales, del día a día, como lavar la ropa, bañarse, hacer aseo, pero siempre desde la extrañeza de lo fantástico. Incluso invirtiendo las proporciones en esos espacios. Me preguntaba cosas como: ¿qué pasaría si mi sueño es ser un gigante en un espacio de escala pequeña? ¿Cómo me soñaría flotando en medio del cosmos dentro de una tina?

Creo que por eso mismo hay algo de absurdo y de humorístico en todo esto. Hasta un humor de varios tipos. Por ejemplo, en una de las fotografías de la serie estoy abriendo el clóset de mi habitación cargando una canasta llena de ropa, como si la hubiera recién planchado y la quisiera guardar, pero me topo con el humo y la luz, con lo desconocido. Un misterio luminoso que está latiendo adentro del armario, quizá otra dimensión. La quise titular Closet Encounters, haciendo referencia a Close Encounters of the Third Kind, la película de Steven Spielberg. Es pensar que, al fin y al cabo, muchos de estos mundos ficticios también pueden ser ridículos.

Por otro lado, la serie también se llama Interiores porque, más allá de que todas las escenas se desarrollan en el interior de una casa, pensé en imágenes y gestos que sugirieran el estado interior de una persona, un estado de sueño o de introspección; de irse hacia el fondo de uno mismo. Hay incluso algo de intimidad en todo esto, sin caer en un intimismo. De seguro, cuando uno hace autorretrato se está exponiendo de alguna forma. Sin embargo, esa exposición, esa revelación del cuerpo en una imagen, tiene en mi caso mucho control, es decir, hay un diálogo entre lo que yo quiero decir en la imagen y la figura que está representando esa imagen. Puede que en algunas imágenes se sugiera una intimidad, pero esa intimidad está mediada por guiños a la historia de la fotografía, guiños a la historia del arte, guiños al imaginario religioso, casi nunca buscando revelar algo realmente documental de mi intimidad.

 

.....

 

A lo sumo puedo verme en estas fotos siendo un niño criado en los años ochenta. Esa sería mi mayor intimidad. Hay una escena de la serie en la que estoy en un sótano donde hay una lavadora. Es un sótano muy similar a los que veía en las películas de suspenso. Recuerdo que de niño ya tenía en mi cabeza una imagen construida de esos lugares. Quise entonces jugar a trastocar ese recuerdo; convertir ese espacio en algo relacionado a lo desconocido, a redimensionar ese miedo de la infancia, a pensar en cuán desproporcionado podía ser en el mundo infantil un miedo hacia algo anodino, del día a día, como bajar al sótano de la casa a lavar la ropa. Por eso mi trabajo también habla mucho sobre escalas: más allá del hecho de que la escala de mis características físicas es particular, en la niñez las proporciones se perciben de una forma muy distinta: cuando uno es niño, los espacios son mucho más grandes, los objetos se sienten enormes. Las camas pueden parecer canchas de fútbol; los arrumes de ropa planchada, montañas escarpadas; las cobijas, cuevas prehistóricas. Esa extrañeza del niño ante un mundo gigante es la que también busco explorar en mi trabajo. Poner la imagen en crisis, desestabilizarla con mi figura. Detonar el cortocircuito.

ACERCA DEL AUTOR


(Bogotá, 1979). Artista visual y profesor del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes. Es maestro en arte de la Universidad de Texas en Austin. Ha participado en festivales de fotografía como Paraty Em Foco en Brasil, Unseen Amsterdam en Holanda y Les Rencontres d'Arles en Francia. Es becario de la fundación Civitella Ranieri y ha sido galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en dos ocasiones.