¿Me permitirías amarte para siempre?

Reseña de Todas mis cosas en tus bolsillos (Seix Barral, 2019), de Fernando Molano.

 

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Marzo 30 2023
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Las obras literarias que expresan sensibilidades tradicionalmente marginadas suelen enfrentarse a una recepción paradójica: por un lado, aumenta su difusión en un nicho específico, formado por los lectores y académicos interesados en la problemática en cuestión; por otro lado, corren el riesgo de ser encasilladas como manifestaciones de ese grupo y de ser olvidadas en su condición de obras literarias. Este fenómeno se produce con más intensidad cuando la propia vida del autor adquiere el ambiguo prestigio de la marginalidad, en especial tras su temprana muerte. 

Así sucede con Fernando Molano Vargas (1961–1998), un autor de culto reconocido, sobre todo, por la novela Un beso para Dick (1992), a la que siguió la póstuma Vista desde una acera (2012). En cuanto a la poesía, recopilada por el propio autor bajo el título Todas mis cosas en tus bolsillos, fue publicada por la Universidad de Antioquia en 1997 y recuperada por Seix Barral en el año 2019. Esta reedición, por parte de una editorial de amplia difusión, en tapa dura y con prólogo de Carolina Sanín, puede interpretarse como la aceptación definitiva de Molano en el canon central de la literatura colombiana.

Con todo, resulta difícil evitar la tentación de leer la poesía de Molano como un testimonio personal. El propio autor, con palabras reproducidas en la contraportada del libro, invita a esta lectura cuando afirma: “Son poemas de mi amor. De un amor, quiero decir. Y también de mi deseo. Así, ¿a quién más que a mi novio, o a aquellos amigos cercanos que me quieren, o a mí, podrían interesar?”. Los poemas de Molano, sin embargo, pueden interesar, y hasta emocionar, a muchas personas que no tuvieron ninguna relación con su vida, lo cual solo podemos atribuir a la capacidad de la buena poesía que, como dijera T. S. Eliot, no dice toda la verdad de uno, sino un poco de la verdad de todos.

 Como indica el título del libro, el objetivo es humilde: poner “todas mis cosas en tus bolsillos”. Es decir, compartir las experiencias vitales con el ser amado. Para entender este ánimo confesional, es necesario remontarse al poema “Pillados”, donde se narra la represión del padre al enterarse del amor del protagonista, muy posiblemente a causa de su naturaleza homosexual. Después de citar varias de las “cosas” que quiere transmitir (desde “mi Álbum de Historia Natural Jet” hasta “mi corazón”), el sujeto poético concluye: “Porque aún soy vulnerable y tratarán de aniquilarlas: / no dejes que te las quiten” (p. 38). Las “cosas” (o, al menos, el nombre de las cosas), en efecto, no fueron aniquiladas, lo que se debe a la propia forma poética, que logra trascender la fragilidad de lo inmediato. En definitiva, se salvaron por haber sido puestas en los bolsillos, no solo de su amado, sino también de todos nosotros, sus lectores.

Ahora bien, importa subrayar que esta poesía, más allá de los paratextos, se construye siempre desde una retórica de la sinceridad: un artificio textual que paradójicamente debe servir para transmitir la sensación de la ausencia de artificio literario. Los poemas de Molano logran este objetivo, sobre todo a través de una reticencia que rebaja el sentimentalismo de las declaraciones directas (a fin de cuentas, no dejan de ser clichés románticos), al tiempo que suscita una impresión de espontaneidad. Veámoslo en el poema “Este es un día triste”:

 

            Querido amigo,

            yo solía recordar un poema

            que hablaba sobre el adiós

                                          –es un hermoso poema–

            pero justo en este momento

                                          lo he olvidado

 

            Si yo supiera improvisar

                                          cuánto lo siento:

                                                                         adiós

                                                                          y te amo tanto (p. 90)

 

            El poema adquiere la forma de una carta de despedida que descarta la utilización de un “hermoso poema” para lanzarse a una improvisación que, según el propio sujeto, no es capaz de realizar. De esta manera, el lector (ya sea el “querido amigo” o el lector independiente) llega a los últimos dos versos –que son de una extrema sencillez– con la certeza de que se trata de una emoción verdaderamente sentida. Algo similar sucede con el poema anterior, “Solo quería decir…”, que se llena de balbuceos y de puntos suspensivos hasta llegar a una frase que, sin las debidas prevenciones, sonaría demasiado cursi y manida: “¿me permitirías amarte para siempre?” (p. 89). 

Así, el poeta reflexiona sobre los grandes temas de la experiencia humana (el deseo, el amor, la muerte, la memoria) a través de un lenguaje tan cotidiano como las situaciones que describe. Se podría hablar, incluso, de una cierta ternura en el tratamiento de los temas más polémicos: un lenguaje que esquiva lo explícito y prefiere eufemismos y metáforas para volver romo el sexo, para anidarlo eficazmente en la experiencia sentimental. De esta forma, los cuerpos se convierten, por ejemplo, en torres y alcázares, y el pene erecto en un corazón perplejo. La homosexualidad se aborda con naturalidad, sin aspavientos ni pudores. Molano no parece tener miedo a exponer demasiado a su sujeto poético. Encontramos situaciones que pueden resultar ridículas o patéticas, como un amor frustrado por las circunstancias económicas y sociales (véase poemas como “Con estos deseos de verte”, “Esta hora de moteles” o “Estábamos estudiando en casa”), deseos no correspondidos descritos desde la frágil subjetividad adolescente (“Él se sienta al lado de mi pupitre”, “Hace tres semanas no como nada en mis recreos y le he robado algún dinero a mi padre”) e inclusive reclamos de despecho que rayan en lo melodramático (“A veces el amor es un teatro” y “Triángulo”).

            De forma consecuente con la propuesta confesional, el libro se divide en cinco capítulos que marcan etapas sucesivas en la vida del sujeto. Es decir, se retoma la forma del cancionero petrarquista que tiene como centro una gran historia de amor y de muerte. En este caso, Diego (mencionado en los paratextos y en los propios poemas) tomaría el rol de la amada Laura. La principal novedad de este cancionero contemporáneo, sin embargo, no es el género del ser amado, sino la existencia de episodios de deseo sexual, al margen del ser celebrado, antes de la unión central (es decir, en el primer capítulo, “Como un duende”, en el que inicia la atracción adolescente en un tono cercano al de Kavafis) y después de la muerte (en el capítulo cuarto, significativamente titulado “En el remanso de los que solo pasan”). Incluso, el último capítulo está dedicado a “Escritos para Luis Jorge”, la última posibilidad de un gran amor, que no por ello hace olvidar a Diego. Se trata, por lo tanto, de la convivencia de “Pandémica y Celeste”, para utilizar la dicotomía platónica del conocido poema de Jaime Gil de Biedma. 

            Los cinco capítulos están atravesados por una tensión permanente entre la fuerza del deseo y el destino de la muerte. La dicotomía, que podría ponerse en términos universales, adquiere urgencia y concreción por la amenaza de la enfermedad, como se explicita en el poema “V.I.H”. Aquí encontramos al sujeto poético que asocia su juventud con “el deseo” que “se encabrita a cada instante” (p. 67). Contra esta energía, “la muerte se apresura”, está ya cerca de asestar “su triste golpe” (p. 68). Sin embargo, el sujeto, incluso sin esperanza, sigue excitándose con “la vida / y el amor / y el deseo”: tres conceptos que en la obra de Molano permanecen estrechamente ligados. Frente a la muerte hay al menos un alivio, que no una redención: los muchachos, el fresco aroma de sus axilas.

            En definitiva, celebramos la recuperación del libro de Molano, una propuesta poco habitual, por su aparente sencillez, en el panorama nacional. Como decía el mexicano Gabriel Zaid, resulta complicado valorar los logros de la poesía que “sí se entiende”, precisamente porque parece que podría escribirla cualquiera. No cualquiera podría, sin embargo, lograr un cancionero como el de Molano, que logra transmitir, mediante la reticencia y la simplicidad, una sensación de emotiva sinceridad que siempre evita caer en el sentimentalismo más ramplón.

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Esta reseña fue escrita por el equipo del Observatorio de Poesía en Movimiento (OPM) del Instituto Caro y Cuervo. Más información acerca del OPM en https://opc.caroycuervo.gov.co/


 

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