Vivir la nada

El colmillo de la esfinge. 

POR José Covo

Enero 19 2023
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“Claro, sí. La vida no tiene sentido. ¿Pero qué significa eso para nosotros?”. Así abre mi libro de filosofía La esfinge de los días… La idea es que incluso en el lugar que llamamos “falta de sentido” estamos todavía dentro de la estructura… ¡La única! La grande… La que no tiene un por fuera… por lo menos no así como podríamos creer. Porque, desde que hay realidad, ya hay preguntas y respuestas… un marco. Simplemente no hay ninguna otra estructura de realidad.

Así que en este lugar dentro del sistema de la realidad que nos parece estar por fuera del sistema… estamos respondiendo a la pregunta: “¿para qué es la vida?” con la respuesta: “para nada”. Hasta ahí, bien… Pero luego de “encontrar” esta respuesta última, tenemos que seguir viviendo… o por lo menos los demás, si es que decidimos vivir nuestro último día a causa de este descubrimiento… Es eso… vivimos, siempre… Siempre vivimos… Y todo lo que pensemos o sintamos regresa, inevitablemente, a la vida… al vivir. ¿Cómo vivimos, entonces, la nada? ¿Cómo vivimos cualquier respuesta que nos sea dado descubrir? Pero, ¿qué cosa son las respuestas? ¿Qué pueden ser? Y, sobre todo, ¿qué no son?

“La verdad es axiomática para el axioma”, he dicho por ahí… Es decir, la respuesta es pregunta para la pregunta… No hay, nunca, una sin la otra… cualquiera de las dos, por su cuenta, produce a la que falta…  por lo menos de manera implícita. Porque si hay una respuesta, esa respuesta solo puede ser respuesta, pues... ¡Respondiendo! Y ahí ya está la pregunta... Y, si hay una pregunta, ya en el preguntar se abre el campo de las posibles respuestas... Ya hay, por lo menos, la posibilidad de responder... Ya está el proyecto de la respuesta... Que ya es, en sí mismo, un tipo de respuesta... Todas las ideas, las fórmulas matemáticas, los insights místicos, son eso... Preguntas o respuestas... Por eso digo que no hay más.

Entonces... descubrimos, como muchos lo hemos hecho, que la vida no es para nada... ¡Descubrir! ¡Qué osados! Como si la nada estuviera ahí esperándonos para que la encontremos... ¿Dónde? ¿Dónde está la nada? Aquí, escribiendo, no puedo contener la risa... ¡Mírala! ¡Doña Nada! Estaba escondida... Me río... Una risa nerviosa, usted me entiende, lector... Que me parece apropiada... Porque, por supuesto, la nada no está en ningún lugar... ¡No existe! Su existir es no estar en ningún lugar... Existe a través de su inexistencia... ¡Tramposa! La señora Nada... La doctora... Donde creas que la ves, ahí no está... ¡No está! ¡Nunca! Y ese no estar es su cuerpo, su alma... Su vida... Una no-vida, una no-alma... ¡Una anti-alma! ¡Anti-vida! Bonito, ¿verdad? Son bonitas las paradojas... Sí, son bonitas... Y verdaderas, de esa manera que tiene de ser verdadero el chiste, que dice sin decir... Dice lo que no queremos saber, y así, sin saberlo oficialmente, riéndonos, podemos sacar esas cosas... Algo así... Bueno, muy bien... Anti-alma... Existir sin existir... Lo que existe precisamente porque no existe... Nos entendemos, lector... Listo, perfecto... Y, nosotros, ¿qué hacemos con eso?

Vivir... eso hacemos. Eso tenemos que hacer, queramos o no. Volvemos a amanecer, cada día... Y el día nos pregunta con su luz y su movimiento: ¿para qué es el día? Es decir, ¿qué hacer y por qué? ¿Para qué es la vida? Ya anoche nos dimos cuenta... ¡Para nada! Y estamos obligados a vivir esa supuesta nada... Y hacemos cosas, almorzamos, trabajamos, vamos al gimnasio... O, como la vida no es para nada y no tiene sentido, no cumplimos con la expectativas de la sociedad... No trabajamos, consumimos drogas, cometemos crímenes... Porque no hay bien ni mal, ni nada significa nada, etc... Pero esas cosas sí significan... También responden... El crimen responde, la inacción responde tanto como la acción... No podemos, en suma, no responder... Estamos obligados a responder por el simple hecho de existir... Y, como la nada no existe, no podemos ponerla a existir a la fuerza, porque no hay nada ahí con que podamos hacer una cosa o la otra...

Entonces vivir la nada es imposible... Sin embargo, alguien como yo, que tiene a la nada en la mira siempre, vive hacia la nada... Estoy siempre intentando acercarme a la nada... Intentando comprenderla, hacerla algo en vez de lo que es... Porque las ideas siempre son algo, y no pueden no ser... Y yo vivo hacia la nada porque me parece que es lo que está más allá... Más allá de todas las ideas, de todas las preguntas y respuestas... De alguna manera, la nada es verdadera, así, sin ser ni verdadera ni falsa, sin ser nada... Porque “nada” también es un concepto, y no la cosa misma... Pero, al mismo tiempo, es como la conclusión de todo... Lo que sería verdad, si se pudiera pensar, o percibir...

En últimas, la nada responde a la pregunta grande... ¿por qué existimos? ¿Qué es la vida? Como todo lo que podamos responder es solo contextual a nuestras circunstancias... A nuestro cerebro, que evolucionó de una manera específica y no de ninguna otra que –tenemos que estar dispuestos a conceder– era posible... Era posible ser diferentes... Tener otros conceptos, otras emociones... Ser otro tipo de animal, con otra vida... Como seguramente existen en otros planetas o en otros universos... Somos una vida, y no la vida... Una posibilidad entre, tal vez, infinitas... Así que nada de lo que pensemos es la cosa misma... La verdad que se decanta de todo esto es que ninguna vida ni ningún sentido es universal o absoluto... Solo son vidas imaginadas, soñadas... Por eso “nada” es la conclusión lógica... Lo único que parece ser igual sin importar la variedad de accidentes y circunstancias... Lo único que no tiene que existir para existir.

Pero no sentimos eso, ¿verdad? Nuestras vidas nos parecen, espontáneamente, La Vida... La vida como tal... La que es, la única... La verdadera... ¡Y menos mal! ¡Que estemos así de convencidos! Si no, ¿qué haríamos? ¿Qué sería la vida? ¿La historia? No sé... No sé cómo sería eso... Pero no parece bueno. Incluso yo, ahora, proponiendo a la nada como lo único que no se mueve, más allá del movimiento infinito de nuestras ideas, estoy haciendo lo mismo... Encontrando algo fijo, algo universal o absoluto... Un principio organizador que garantice, de alguna manera, el sentido de todo... Diciendo que nada tiene sentido, también estoy poniendo un nudo encima de toda la estructura... ¡Para que no se vaya a desbaratar! Para mí es como un proyecto intelectual... Hago de la búsqueda de sentido un sentido ya, aquí, ahora, todos los días... Y no encontrarlo, no poder encontrarlo, me responde a mis preguntas... No encontrándolo, lo encuentro... No llegando, renunciando a la posibilidad de poder llegar, ya, de alguna manera, llego... A ese lugar que no está en ningún sitio... Algo hay que hacer... De alguna manera tenemos que responder... Respondernos... Porque estamos obligados... A vivir... ¡A nada! A llegar a la nada... Y, como no podemos llegar, eso da una especie de tranquilidad... Como si ya estuviéramos ahí... Y sí, ahí estamos, aunque no nos demos cuenta.

ACERCA DEL AUTOR


José Covo

Ha publicado las novelas Cómo abrí el mundo (Planeta, 2021), La oquedad de los Brocca (Caín Press, 2016) Osamentas relampagueantes (Caín Press, 2015). A través de su escritura aborda la fragilidad de los conceptos y las fantasías con los que se negocian, entre los miembros de la especie, el problema del estar-aquí. Fue pintor antes de escribir cualquier cosa, soñador lúcido antes de empirista, y cree que el agua le entra al coco desde un adentro más interior.