Riochiquito Redux

Un gran testimonio histórico sobre los orígenes de las FARC que es también una narración empobrecedora.

En 1965 la trayectoria de la comunidad campesina de autodefensa de Riochiquito -que dio origen a las FARC- fue reducida a una narración ideologizada por unos documentalistas franceses. Sin embargo, quizás se conserva el archivo fascinante de sus filmaciones sobre este pequeño enclave comunista. ¿Los historiadores colombianos podrían hoy contar más humanamente esta historia?

POR Carlos Camacho Arango

Junio 14 2021
Riochiquito Redux

Dibujo a lápiz de Camilo Uribe Posada a partir de un fotograma del documental Riochiquito disponible en YouTube @CamiloUribePosada

Hace unos quince años, cuando estudiaba en Francia, tuve la oportunidad de ver en cine el cortometraje documental Riochiquito, filmado en Colombia en 1965 por unos jóvenes franceses. Hace poco, cuando preparaba un curso de historia de Colombia, me dio por googlear el título para saber más al respecto y lo que apareció fue el film completo en YouTube. La sorpresa no paró ahí: uno de los videos recomendados al margen era una entrevista a Pepe Sánchez, el director y actor de cine y televisión. ¿Qué tenía que ver él con el documental? Resulta que Pepe Sánchez acompañó a los franceses durante la filmación. Poco después decidió exiliarse en Chile, porque se sintió inseguro en Bogotá después de sus andanzas.

Riochiquito muestra la vida cotidiana de una de las comunidades armadas de campesinos e indígenas que, a mediados de los años 1960, organizaba y dirigía el Partido Comunista de Colombia (PCC) en los límites de los departamentos de Cauca, Huila y Tolima. De acuerdo con el narrador del corto, estas agrupaciones surgieron en 1948 como respuesta a una “guerra desatada por las clases dominantes”. De manera provocadora, el entonces congresista conservador Álvaro Gómez Hurtado se refirió a ellas como “repúblicas independientes”, etiqueta que resultó imposible arrancar después. El PCC, por su parte, las llamaba “zonas de autodefensa”.

En el film, Manuel Marulanda Vélez, miembro del comité central del PCC, escribe a máquina, imprime panfletos, critica a la prensa nacional y habla del programa revolucionario lanzado el año anterior en Marquetalia, poco antes del operativo militar que acabó con este otro enclave. Ciro Trujillo, uno de los fundadores de Riochiquito, anticipa la transformación inminente de la autodefensa en guerrilla. Hernando González, estudiante universitario, adoctrina a jóvenes armados y el “camarada” Jacobo Arenas refuta la noticia, regada en panfletos por aviones de la Fuerza Aérea, de que el comité central del PCC había abandonado a sus combatientes. Después esos mismos aviones pasan bombardeando la zona. La voz en off predice que los habitantes de Riochiquito resistirán gracias a su mayor conocimiento del terreno y agilidad, y compara este movimiento de “liberación nacional” y “poder para el pueblo” con lo ocurrido hacía unos años en la Sierra Maestra de Cuba y con lo que en esos momentos pasaba en Vietnam, Venezuela y Guinea. La sigla FARC no se menciona ni una sola vez, pues todavía no existe: por eso sólo se habla del “Bloque Sur”.

En la entrevista, por su parte,  Pepe Sánchez rememora su posición política, sus estudios en el Externado y sus primeros trabajos en radio y televisión antes de entrar en materia. Según cuenta, los franceses aterrizaron en Bogotá gracias al contacto previo entre el intelectual y político de izquierda Diego Montaña Cuéllar y el legendario documentalista holandés Joris Ivens. De sus muchas opiniones –la entrevista dura casi una hora– retengo tres: los habitantes de Riochiquito eran personas que habían sufrido mucho; los realizadores privilegiaron los aspectos políticos de esa comunidad, y si él hubiera sido el director del film le habría dado más importancia a la parte humana. Creo entender lo que quiso decir.

A lo largo de los casi 20 minutos que dura el corto en su versión en español (la versión en francés disponible en YouTube dura menos) vemos muchas caras: no sólo de hombres, sino también de mujeres y niños. En total unas “500 bocas que alimentar”. De acuerdo con el narrador, todos los miembros del movimiento hicieron parte de él desde el principio. Me pregunto qué tan cierto es eso. Viéndolo bien, me pregunto muchas cosas más: ¿tomaron todos las armas en el mismo momento y lugar y por la misma razón? ¿Cuándo se les unió entonces Hernando González, el estudiante mencionado, abaleado después en la ofensiva del ejército y a quien fue dedicado el documental? ¿Cómo aprendieron a usar las armas y a darles mantenimiento? ¿En qué momento entró en escena el PCC? ¿Cómo financiaban su organización y qué tensiones había dentro de ella? ¿Cómo reaccionaba Marulanda a las correcciones que le hacía diariamente Arenas a su bitácora, correcciones que menciona y reprueba Pepe Sánchez en la entrevista? ¿Cómo funcionaban la logística, la economía y la justicia dentro de Riochiquito? ¿Cómo eran las relaciones con las comunidades que los rodeaban? ¿Qué alegraba a estas personas, a las que vemos sonreír varias veces? ¿Cuántas de ellas sabían leer y escribir? ¿Qué estaba leyendo el viejo de gafas que vemos fumando libro en mano? ¿Qué hacían las mujeres, además de cocinar, lavar, coser y atender a los hombres y a los niños? ¿Era la familia el núcleo del movimiento? Más allá de luchar en un ejército nacional o en una guerrilla revolucionaria, estar dispuesto a sacrificarse por un compañero es una cosa y otra, distinta, estar dispuesto a hacerlo por la mujer y los hijos.

Gracias a memorias y trabajos de investigación, hoy en día tenemos respuestas a varias de estas preguntas. Sé que son muchas y que los franceses no vinieron a hacer una tesis de sociología, pero sí me parece frustrante comprobar que no las formularon siquiera, como si pusieran en peligro un guion premeditado. Quedo con la fuerte impresión de que el objeto de su película fue solo un ejemplo tomado al azar para probar una hipótesis que empacaron en sus maletas antes de salir de Francia: la revolución triunfará dondequiera que estalle. Alguien dirá que eso estaba en el aire de los tiempos y que yo, como historiador, no debo ser anacrónico, pero sigo pensando que los documentalistas habrían podido mostrarnos mejor quiénes eran las personas que formaron la “zona de autodefensa” de Riochiquito, más allá de las peroratas de sus líderes.

La falta de interés o tal vez de capacidad de los realizadores por entender las diferentes trayectorias de esas personas y las maneras en que se entretejían en ese momento y lugar también es patente en la banda sonora, desde su inicio: una pieza de música andina que podría ser nariñense, pero que con toda probabilidad es ecuatoriana, peruana o boliviana, en un documental en el que el único instrumento que vemos es un acordeón. Sí, un acordeón en Riochiquito en 1965, tocado por un hombre de rasgos indígenas, lo que provoca aún más preguntas. (La revancha poética de la música colombiana en Francia llegaría algunos años más tarde en un exitosísimo comercial de Nescafé para cine y televisión, filmado en Ecuador, Perú o Bolivia con la canción peruana “Colegiala” como banda sonora, pero en la versión del costeño-antioqueño Rodolfo Aicardi, que muy pronto mereció un disco de oro y tres noches de lleno total en el famoso teatro Olympia de París, una de ellas con Charles Aznavour de telonero).

Pese a todas las reservas que tengo ante la actitud de los documentalistas franceses hacia las personas con las que convivieron durante esos días tan intensos, es imposible negar que, sin ellos, no tendríamos esas imágenes únicas a un clic de distancia. Me pregunto si los rollos completos de lo que filmaron todavía existen. En caso de que así sea, me pregunto además si algún día será posible, como quería Pepe Sánchez, contar esta historia de manera más humana.

 

Continuará...

 

Carlos Camacho Arango

Centro de Estudios en Historia (CEHIS)

Universidad Externado de Colombia.

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ACERCA DEL AUTOR


Docente-investigador de la Universidad Externado de Colombia.

Doctor en historia, Universidad París I Panthéon-Sorbonne

Historiador, Universidad Nacional de Colombia sede Medellín