United 93

El trabajo de los artistas da serias lecciones a los historiadores. Bienvenidos a una columna sobre el juego entre la imaginación y la historia en la reconstrucción de una desgracia.

POR Carlos Camacho Arango

Octubre 11 2021
Ilustración de Julio Ossa Santamaría

Ilustración de Julio Ossa Santamaría. IG: @ossajulio

 

El vigésimo aniversario del 11 de septiembre de 2001 fue la ocasión para que los canales de televisión y los servicios de streaming presentaran películas y series, documentales y de ficción, nuevas y viejas sobre los atentados que golpearon la Costa Este de los Estados Unidos en la mañana de ese día infame. No fui capaz de resistir la tentación y terminé viendo algo de lo nuevo y algo de lo viejo, pues había visto muy pocas imágenes diferentes de las transmitidas por televisión en vivo y en directo hace ya más de veinte años. Hoy quiero hablar de la película United 93 (2006) del director británico Paul Greengrass.

Como todos sabemos, ese 11 de septiembre, fanáticos islamistas secuestraron dos aviones comerciales. En un acto kamikaze sin precedentes los estrellaron en Nueva York, con sus respectivas tripulaciones y pasajeros, contra las Torres Gemelas, que colapsaron poco después por causa de los impactos. La operación se repitió contra el Pentágono en Washington y las consecuencias también fueron trágicas, aunque menos espectaculares. Estos son los eventos que más se recuerdan, pero hubo un cuarto secuestro esa mañana: el vuelo 93 de United Airlines que cubría la ruta Newark-San Francisco. Al parecer, su objetivo era el Capitolio o la Casa Blanca, pero la aeronave se estrelló en un descampado de Pensilvania después de haber sido desviada de su trayectoria. Nadie sobrevivió.

¿Qué pasó dentro de ese avión desde el despegue hasta el impacto final? Esta es la pregunta que busca responder Greengrass, quien escribió y dirigió la película. Si bien se trata de una obra de ficción, fue compuesta a partir de fuentes de primera mano, que permitieron reconstruir con detalle lo que ocurrió. Los pasajeros llamaron a sus familiares y amigos desde sus celulares y desde los teléfonos disponibles en cada una de las sillas. Además, las conversaciones de los pilotos y las de los secuestradores que les quitaron el mando quedaron grabadas en la caja negra. Estos sonidos, consignados en memorias individuales o en cintas, dan una base firme a la reconstrucción de los hechos, pero sólo hasta cierto punto. Está comprobado que un grupo de pasajeros decidió rebelarse. La información recibida en los teléfonos les indicaba el objetivo siniestro de los cuatro fanáticos en poder del avión. Esta certeza fue sin duda el estímulo que necesitaban para pasar al acto. A falta de documentos, del contraataque resultante sólo pueden hacerse especulaciones. Es aquí donde Greengrass deja ver no sólo su maestría, sino también su benevolencia.

Después de una hora y media de tensión creciente, de ver acuchillar a miembros de la tripulación y de saber que la película se acaba, la rebelión llega al espectador como una catarsis. Tengo que confesar que en este punto yo sólo quería asistir a una venganza: empecé a mirar muy seguido la línea de tiempo en la pantalla del televisor, haciendo fuerza para que los pasajeros acabaran con todos los terroristas en los pocos minutos restantes, vendiendo así cara su derrota. Pero Greengrass no cae en esta trampa de odio: cuando uno espera que al primer secuestrador sometido le aplasten la cabeza a golpes de extinguidor, al mejor estilo de una película de Gaspar Noé, apenas nos lo muestran tirado en el piso, ensangrentado. Y cuando los amotinados logran romper la puerta de la cabina de mando y entablan combate cuerpo a cuerpo con los demás fanáticos, vemos por el parabrisas del avión el suelo cada vez más cerca y, de un momento a otro, la pantalla completamente negra.

Un maestro dijo alguna vez que el historiador debe llevar su imaginación siempre con la rienda templada. La metáfora es iluminadora: la imaginación es la bestia en la que vamos montados los que hacemos este oficio, la que nos hace avanzar, pero darle demasiada libertad tiene consecuencias terribles. En otras palabras, no podemos dejar que se desboque. 

​ Ilustración de Julio Ossa Santamaría. IG: @ossajulio     11-10-2021          lugarcomunmalpensante@gmail.com     Lugar común es una alianza de la Fundación Malpensante con la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad del Rosario, la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.                  ​

Ilustración de Julio Ossa Santamaría. IG: @ossajulio

 

United 93 no es la obra de un historiador, sino la de un artista, que reconstruye la manera en que convergieron trágicamente las vidas de un grupo de personas en el cielo sobre Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Al estar basado en hechos comprobables, el trabajo de Greengrass se parece al nuestro, pero goza de libertades que nos están vetadas. Lo admirable es la manera en que las usa. El problema no es sólo técnico (¿de qué fuentes dispongo para reconstruir y contar esa historia?), sino también ético (¿en dónde debo poner el acento?). No se trata de ocultar lo inocultable: se trata, más bien, de apostar por ciertos aspectos de la realidad pasada en detrimento de otros, teniendo en cuenta su impacto sobre un público que, en el caso de los realizadores de cine y televisión, puede contarse por millones de espectadores. 

Al hacer énfasis en la resistencia contra la opresión y el fanatismo, reduciendo a su mínima expresión la violencia absolutamente necesaria para lograr ese objetivo y descartando, de paso, el regodeo de la sangre, una obra como United 93 de Paul Greengrass tiene mucho que enseñarnos a los historiadores.

11-10-21

 

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Lugar común es una alianza de la Fundación Malpensante con la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad del Rosario, la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

 

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ACERCA DEL AUTOR


Docente-investigador de la Universidad Externado de Colombia.

Doctor en historia, Universidad París I Panthéon-Sorbonne

Historiador, Universidad Nacional de Colombia sede Medellín